Cara de Plata

Podemos no se ofrece como solución, sino como una parte -ah, la imposible equidistancia- del problema

En el drama a garrotazos que hoy se vive en Podemos, parece que a Errejón le ha tocado el papel del Cara de Plata, el hermoso segundón, cautivador y altivo, mientras que a Pablo Iglesias le corresponde, ay, la figura crepuscular de don Juan Manuel de Montenegro, allá en su pazo, devorado por su feroz progenie. No sabríamos, por otra parte, qué papel adjudicarle al señor Monedero, demasiado dulce y obsequioso para una comedia bárbara; pero sí alcanzamos a identificar el sino trágico de don Jorge Vestringe: en el orbe valleinclaesco de Podemos, a don Jorge le ha correspondido el oficio de vieja agorera, que nos asalta, con su albur funesto, en algún cruce de caminos.

No sabríamos decir en qué acabará esta lucha de ahora por la titularidad de las siglas. Si podemos aventurar, en cualquier caso, que aquellas fuerzas coaligadas, que cristalizaron en la emergencia podemita, hoy han virado hacia otra parte. Conjurada -temporalmente- la amenaza de ruina, una porción no desdeñable de españoles ha puesto su interés en otro tipo de ruindad, en absoluto metafórica, cual es la destrucción de España por sus fuerzas más reaccionarias y centrípetas. Y hay que decir que Podemos, que acaudilló, con notable ayuda de los medios, aquella devastación económica, de la que aún convalecemos (recuerde el paciente lector que el presidente Zapatero negó denodadamente, absurdamente, la propia existencia de la crisis); hay que decir, repito, que Podemos, que entonces cosechó aquel malestar inmenso y polimorfo, en la cuestión territorial se ha puesto de parte de la reacción; y sobre todo, se ha puesto del lado equivocado. Lo cual significa que, en estos nuevos miedos que nos acechan, Podemos no se ofrece como solución, sino como una parte -ah, la seductora, la imposible equidistancia- del problema, mientras que Vox se apronta como áspero remedio de urgencia. Un problema, por cierto, que la señora Colau representa en todo su grotesco dramatismo.

Siguiendo una acendrada costumbre de la izquierda, es probable que Podemos haya iniciado un infinito proceso de fraccionamiento, del que no salga otra cosa que su futura irrelevancia. Todo lo cual, sin embargo, se halla en su fase inicial; vale decir, en su periodo estético. De modo que aún es posible imaginar, con ayuda de Berlanga, a Iglesias y Errejón, inmóviles y solemnes, a la vista del público, mientras un edecán musita con desgana: "Marques de Leguineche and son, end of the saga".

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