El cambio en Andalucía ha sido posible. A duras penas pero se ha logrado. Nos inquieta contemplar tanta dificultad y controversia. No es lógico ni razonable que lo que tanto ha costado conseguir no sirva con absoluto pragmatismo para poner en marcha una Administración precisada de innovaciones y realizaciones que tanto necesita. Emprender acciones que lleven a cabo lo que no se ha hecho, lo que está por hacer y lo que urge a una sociedad que ha visto malogradas en ¡tantos años! sus más urgentes aspiraciones. Cuando esto es lo que apremia parece absurdo tanto inútil devaneo, tanto postureo -vocablo que me repele-, tanta ambigüedad, tanto cinismo y tanta instrumentación bastarda que pone en juego un logro anhelado por millones de andaluces.

Malos augures para el nuevo Gobierno de Juan Manuel Moreno. Tenebrosos vaticinios aventados interesadamente por quienes tan mal suelen encajar sus derrotas, los subvencionados, los que no admiten éxitos contrarios, los que alientan el ruido callejero cuando las urnas no les favorecen, los que ven perdidas sus prebendas y en fin aquellos que acusan al adversario de todos los males del mundo que ellos generaron con su mal gobierno y hacen de mentiras y manipulaciones exageradas la bandera de su crítica política.

El nuevo presidente de la Junta de Andalucía lo tiene difícil. A los embates maledicentes de un lado y otro, se unen las profundas disensiones entre sus socios de gobierno. Resulta complicado entender estos vaivenes de Ciudadanos y su grotesca fórmula de negociación, cuando tanto a ellos como al PP les resulta imprescindible para negociar y aprobar leyes y programas los votos de Vox. O ¿es que atienden las recomendaciones de sus colegas europeos tan indignados por el avance de la ultraderecha? Aparte de la indeseable injerencia, parece oportuno que se le haya recordado al ínclito e hiperlábico Sr. Valls la copla de Lola la Piconera: aquello de "con las bombas que tiran los fanfarrones"… Y otro tanto habría que cantarle al presidente francés, monsieur Macron, tan preocupados ambos por lo que ocurre en Andalucía y el apoyo de Vox a su gobierno. Convendría recomendarle al primero que se ocupe de su campaña electoral para lograr la Alcaldía de Barcelona y al segundo que se preocupe más por los problemas que le crean sus chalecos amarillos, que están dejando su popularidad por los suelos.

Indignante resulta que se hable de "gobierno de la vergüenza", cuando el de Madrid se mantiene con el apoyo de filoetarras, separatistas nacionalistas, antisistemas y populistas de extrema izquierda, fomentando la ruptura del país. Entre tanto el presidente del Gobierno inyecta millones de euros a los nacionalistas catalanes para mantenerse en el Gobierno sine die y se olvida de Huelva. Y la única, Rosa Mª Mateo, aumenta la programación en catalán, para unos programas que la mayoría de los catalanes no ve.

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