Cambio de paradigma

Lástima que los profetas del "nuevo paradigma" no perciban la gran desgracia humana de las familias que lo van a perder todo

El otro día, de madrugada, me pareció oír el canto lúgubre de un alcaraván debajo de casa. Los alcaravanes no viven en la ciudad, sino que habitan en prados y en zonas de cultivo, pero el canto insistente -como un niño perdido reclamando auxilio- seguía sonando aquí abajo. Luego se mezcló con otros sonidos de aves: el ulular de un autillo, una tórtola que se despertaba, los primeros mirlos improvisando -como decía Adam Zagajewski- su "dulce ritmo de jazz". Estas son las únicas ventajas del confinamiento. No hay ruidos molestos, casi no hay contaminación y las nubes refulgen como en una pintura flamenca. Y esto está ocurriendo en medio mundo. En los informativos hemos visto una gran medusa recorriendo los canales transparentes de Venecia, manadas de jabalíes en las afueras de Barcelona, pavos reales por las calles de Madrid.

"¡Por fin la Naturaleza pisoteada recupera sus derechos!", dicen algunos. "¡Es la venganza de la Madre Tierra contra el capitalismo criminal!", dicen otros, que parecen alegrarse como aquellos avinagrados profetas bíblicos que soñaban con la destrucción de las ciudades -Nínive, Babilonia, Jerusalén- donde se acumulaba toda la podredumbre moral de la que es capaz el ser humano: "En tus adulterios y en tus relinchos he visto tus abominaciones. ¡Ay de ti, Jerusalén!" Así gritaba el profeta Jeremías hace 2.500 años. Y ahora los nuevos Jeremías gritan lo mismo, casi excitados por el terrible panorama de la destrucción que estamos viviendo. "Hace falta un nuevo paradigma", chillan, bien protegidos por sus sueldos de 60.000 euros blindados por el Estado.

Lástima que estos tétricos profetas no vean la otra cara de la moneda. Lástima que no perciban la gran desgracia humana de las familias que pronto lo van a perder todo. Ayer venía una nota en el periódico: "Hallado sin vida en su establecimiento. Deja mujer y tres hijos". En la crisis de 2007 también vimos muchas noticias así: gente que no pudo hacer frente a los desahucios, a las hipotecas, a la pérdida del empleo, y que se tiró por la ventana o se colgó de un árbol. Gente que no pudo disfrutar del aire limpio de las ciudades desiertas. Gente que no pudo enfrentarse a la vergüenza de ver destruida su vida. ¿Dónde está la maldita belleza de todo esto? ¿Cuál es la irremplazable verdad que encierran? Explíquenmelo, por favor.

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