¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Calvo y la desmesura

La indiscreción del nuncio se ha quedado en simpática anécdota al lado del exabrupto de la ministra egabrense

Suponemos que la incontinencia verbal del papa Francisco le viene más por argentino que por jesuita. Los padres de la Compañía pueden tener muchos pecados, pero entre ellos no se encuentra el de la indiscreción. No en vano, fue uno de ellos, Baltasar Gracián, quien legó a la humanidad las mejores páginas que se han escrito sobre el arte de la prudencia. Lo peor de este defecto papal (otros pontífices los han tenido peores) es que se ha extendido entre el alto funcionariado del catolicismo. De otra manera no se puede entender la metedura de pata del nuncio en España, Renzo Fratini (hay nombres que suenan a bóveda de San Pedro), quien ironizó con la "resurrección de Franco" tras los fallidos intentos del Gobierno de sacar sus despojos del Valle de los Caídos. Cuando la diplomacia vaticana, ejemplo secular de letal discreción, se pone lenguaraz es que algo muy grave está fallando en Occidente. El primer negativo, pues, hay que ponérselo al nuncio, cuyos divertidos comentarios sobre nuestro inane Gobierno no deberían de haber salido de la sobremesa de algún restaurante del gran Madrid, cuando los vapores del brandy (si es Cardenal Mendoza, mejor que mejor) empiezan a afilar la lengua, a ablandar la moral y a poner plomo en los párpados.

Sin embargo, la metedura de gamba del excelentísimo y reverendísimo Fratini se ha quedado en simpática anécdota, como escrita por Guareschi, debido a la reacción iracunda y destemplada de la egabrense Carmen Calvo, diosa de la hibris política en España. La de Cabra, desde luego, no ha hecho honor a la tradición senequista de Córdoba y su bella provincia. Más bien se ha dejando llevar por esos demonios anticlericales que atormentan históricamente a nuestra izquierda. Lo más sorprendente del rebote Calvo ha sido la amenaza de freír fiscalmente a la Santa Madre, confirmando así lo que unas extrañas voces anarcocapitalistas nos susurran desde hace tiempo, que el pago de impuestos, lejos de ser ese ejercicio de civismo solidario con los más desfavorecidos, según reza en el catecismo socialdemócrata, es una de las muchas armas con las que el Estado demuestra su poder coercitivo a los acogotados ciudadanos. Ya lo dijo el cowboy Reagan: "El contribuyente es una persona que trabaja para el Gobierno, pero sin haber hecho las oposiciones a funcionario". Yeah. Ahora, por lo visto, Calvo también quiere poner a currar a frailes, curas, sacristanes y campaneros. Y todo por las palabras de un nuncio de retirada. ¿O hay algo más?

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