Calladitos

Nos quieren arrebatar nuestra capacidad crítica para que seamos dóciles de pensamiento y de palabra

Hace unos dos mil años, alguien que nació esclavo, nos indicó que la felicidad y la libertad comienzan con la clara comprensión de un principio: el que unas cosas están bajo nuestro control y otras no, y que debemos atender a las del primer grupo. Me refiero a Epícteto, uno de los pensadores claves del estoicismo. Afirmó que actuar en consecuencia con esa distinción hacía posible la tranquilidad interior y la eficacia exterior. Esta tradición ha permanecido y se ha ido adaptando a las condiciones de vida del presente. William Irvine, uno de los filósofos actuales de esta corriente, nos recuerda que hay condiciones en las que aunque no podamos tener el control absoluto sí puede ser en cierto grado y que es en esa parcela donde debemos intentar manejar la situación, dejando de lado el resto. En estos tiempos del fastidioso y peligroso coronavirus viene bien echar mano de esta clase de pensamiento y preguntarnos qué cosas están bajo nuestro control y cuáles no. Con respecto a lo segundo, es obvio que no controlamos ni la mala fortuna ni las consecuencias de conductas insolidarias o insensatas de otros en circunstancias de riesgo que desconocemos o de las que no podamos escapar. Pero en cuanto a lo segundo, sí tenemos medidas poderosas de control para reducir la probabilidad de infectarnos. A partir de ahí, hay que intentar continuar con las rutinas que sean compatibles con las pautas de salud y procurarnos esa tranquilidad interior y eficacia exterior necesarias. Pero asimismo está bajo nuestro control algo que quieren arrebatarnos: nuestra capacidad crítica y la libertad de exponer responsablemente lo que consideremos oportuno. Una cosa es acatar convencidos el confinamiento exigido, cumplir las normas higiénicas y de distancia social requeridas, procurar el uso comedido de telefonía e internet, ser muy cautos con los mensajes que se reenvían por las redes sociales con el fin de detener bulos y otras exigencias con las que debemos autodisciplinarnos, y otra muy distinta es que pretendan que seamos dóciles de pensamiento y de palabra. Si procede censurar a cualquier gobierno, habrá que hacerlo. Sin embargo, hay quienes nos instan a que estemos calladitos. El Gobierno de Sánchez no quiere que se les recuerde las irresponsabilidades cometidas ni su gestión. Pues que se aguante con lo que le dicen y que tome nota. Por último, sería muy necesario que el día de mañana tengamos siempre fresco en la memoria lo bueno y lo malo que viene acompañando a esta pandemia.

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