El lanzador de cuchillos

'Calendaria'

El calendario de la Universidad de Granada es un ejercicio estético entre empoderado y naïf

El corrector de mi ordenata, que es un machirulo de manual, se resiste enérgicamente a escribir febrera y sufre cuando tecleo octubra como lo hacía el tren de Rafael El Gallo en las cuestas de Despeñaperros. Programado por los últimos resistentes cipotudos de Silicon Valley, no consigue adaptarse a la neolengua que, con vocación feminista, quiere imponer la Universidad de Granada desde su Unidad de Igualdad entre Mujeres y Hombres y viceversa.

En el ya famoso calendario morado de la UGR, del que se acaba de presentar la versión 2021, la mencionada extravagancia ortográfica se acompaña de doce imágenes -una para cada mes, con títulos como Libérate o Mujeres Guerreras- que realizan un ejercicio estético entre empoderado y näif, de velita virtual en un concierto on line de Rozalén.

Igual que detrás del consultorio de Elena Francis, el confesionario radiofónico de las marujas del franquismo, había un tío, el autor intelectual de este almanaque feminista es Miguel Lorente, ex alto cargo de Zapatero, que está tan metido en el papel que sería capaz de arrancar del suelo con sus propias manos la estatua ovetense de Woody Allen. Lorente, en un arrebato de lírica pospatriarcal, declaró en la presentación del primer anuario que "el machismo presenta la realidad como una incógnita con el objeto de quitarle el significado a cada día, a cada mes, a todos los años", que vete tú a saber qué coño quiere decir, pero a él le importa un pito, con perdón, mientras le garantice los retuits del barbijaputismo y el reconocimiento general de la rentabilísima industria de la lucha de géneros.

En este tiempo encogido y pusilánime, en que da igual que las mentiras sean mentiras porque la gente tiene ganas de creérselas o carece de arrestos para refutarlas, la Universidad -la casa oficial del saber- ha decretado que enero sea enera y septiembre septiembra, como en la canción de los Earth, Wind & Fire. Así que no te alarmes, joven estudiante, si en los pasillos de Derecho escuchas a un profesor comentar con algún colega: "Por la mesa de julia pasan unas ratas extraordinarias"; quizás esté hablando de unos amigos que en verano se divierten como cosacos. Tampoco te extrañes si el camarero del bar de Ciencias te sienta en sus rodillas y empieza a relatar la historia de Blancanieves cuando le pidas la cuenta. Puede ser aún peor: que le confieses muy ufano que te pirras por unas rabas y, en vez de ordenar un plato de calamares, te acompañe al servicio de caballeros.

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