En esta democrática sociedad, el que Marta Sánchez se montara su propio himno de España no llamó la atención. Tampoco ha causado extrañeza que una vez presentado el himno oficial del Mundial de fútbol (de Will Smith con Nicky Jam), apareciera otro interpretado por Maluma, el de Nicole Scherzinger, el de Antonio José con Magan e incluso de Sergio Ramos ¡Cinco himnos! En las artes, la música y en la vida misma, son muchos los que confían más en sí mismos que en los demás. Es habitual recelar del otro, sentirse engañados y llegar a creer firmemente que solo se trabaja mejor.

Esta semana ha corrido por la ciudad una de esas informaciones que se dan bajo el ruego de "no digas nada" (lo habitual cuando algo se quiere difundir). Resulta que un grupo de "conocidos artistas y gestores culturales onubenses" (no son tantos los artistas y mucho menos los gestores, como para que sean muy necesarios los nombres) está organizando una candidatura para las próximas elecciones municipales en Huelva. Se trata de personas sensibilizadas con la cultura onubense, convencidas de que su impulso generará el cambio que esta ciudad precisa y que, según parece, vienen acompañadas de una fuerte voluntad e interés político.

No son los únicos que se lanzan al ruedo de la política local. Hace dos años, Mesa de la Ría, preocupada por las cuestiones medioambientales en Huelva, y convencida de que los grupos tradicionales en las elecciones municipales no las abordaban con auténtico interés, decide presentar candidatura y ahí sigue, a pesar de sus disturbios internos y alguna que otra zancadilla externa. Pero no se queda aquí. En los próximos comicios del 2019, se unirá el grupo Creo en Huelva, de Gallardo, anterior candidato de Ciudadanos, y el Huelva Sí o Sí, de López. A estas tres candidaturas independientes, con nombres de nacionalismo onubense de los de golpes de pecho, parece que se les une ahora este grupo de artistas, sin presentación oficial aún, y ya da que pensar.

El bipartidismo en España está siendo una constante en todo el período democrático y tiene muchas razones en su contra, pero puede que sea el sistema menos malo (el puzle de partidos tampoco es la solución). Así funcionan Estados Unidos y los países más avanzados de Europa, con dos partidos fuertes y algunos satélites alrededor. Ahora, cuando más se impulsa el trabajo colaborativo, menos se entiende ese codazo por sobresalir o ese preferir "ser cabeza de ratón antes que cola de león".

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