Buscahuesos

Nadie se ha preocupado en España de explicar con ecuanimidad lo que pasó durante la República y la guerra

Esta semana, en el pleno del Parlamento andaluz, un diputado de Vox llamó "buscadores de huesos" a los partidarios de la ley de memoria histórica andaluza. Y lo hizo, además, con unos gestos despectivos que no son propios de un representante de la soberanía popular. Cualquier persona que esté buscando a un familiar muerto o a un ser querido que haya desaparecido -y basta pensar en los padres de Marta del Castillo- se merece un respeto exquisito, y más aún si se trata de un Parlamento. Es cierto que la Ley de Memoria Democrática es un oxímoron -perdón por el palabro- porque la memoria es una facultad individual que jamás podrá ser democrática ni histórica ni nada que se le parezca. Y cualquier persona que conozca un poco la Guerra Civil sabe que las leyes de memoria histórica son sesgadas y tienen un propósito puramente ideológico al servicio de los intereses partidistas de determinada izquierda. Eso, insisto, es indiscutible. Pero llamar "buscahuesos" a los familiares de la terrible represión franquista que en Andalucía llegó a diezmar a pueblos enteros es un gesto innoble que no se le debería permitir a nadie, y menos a un representante electo y en sede parlamentaria. Hay cientos de razones para discutir la Ley de Memoria Democrática (o mejor dicho, su visión descaradamente parcial de la Guerra Civil). Pero hay que usar argumentos y hechos verificables, no descalificaciones dignas de una taberna llena de cáscaras de gambas semienterradas en el serrín.

Por desgracia, nadie se ha preocupado en España de explicar con un mínimo de ecuanimidad lo que pasó durante la República y la Guerra Civil. Las leyes de memoria histórica promovidas por la izquierda tenían el objetivo -justificadísimo- de buscar a las víctimas de la represión franquista y darles un entierro digno. Pero al mismo tiempo se han convertido en formidables instrumentos de propaganda al servicio de una visión sesgada de la verdad. En esa visión han desaparecido, por ejemplo, los 2.500 religiosos asesinados en Cataluña. O el crimen de Calvo Sotelo -el líder monárquico-, que fue el detonante de la sublevación militar. Pero lo peor que se puede hacer para remediarlo es llamar "buscahuesos" a los familiares que buscan a sus muertos, tan injustamente asesinados como lo fueron los curas y las monjas de Lérida durante el verano del 36.

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