No es lo mismo nacer en el norte que en el sur. Ser boreal o austral tiene consecuencias irreparables -quitando las excepcionalidades, claro está-.

La visión de la vida que se tiene desde el sur es, a mi entender, infinitamente más creativa y por tanto más completa, más sólida… más cercana a la realidad, pero, también, a su vez, más pobre en términos económicos.

En el norte las cosas son blancas o negras, no hay grises; sus tesis son conservadoras y existe -con excepciones- un sentimiento de primacía, de superhombre por citar a Nietzsche, que se sustenta en la explotación económica de los recursos naturales que siempre han robado a los del sur. Y pasan los días, los años y los siglos, y nada cambia.

Los modelos conductuales de la humanidad no se han modificado con el paso del tiempo. Están los ricos y los pobres, los hacendados y los jornaleros, los que mandan y los que obedecen, los que ordenan y los que ejecutan… así siempre, como en un bucle, como si la historia de la humanidad viajara por una cinta de Moebius.

Hace unos años, charlando con el escritor y filántropo francés Dominique Lapierre sobre cómo viven la mayoría de los ciudadanos en la India, sobre sus privaciones, sobre sus miserias… no tuve más remedio que reconocer que era un privilegiado por haber nacido en España, en este caso en Andalucía. Porque, siempre hay un sur más allá del sur que habitamos. Más inhóspito, más desangelado si quiere. Ahí están como ejemplo esas personas que nos llegan en bandadas a bordo de míseras pateras y cayucos. Y ya ni nos inmutamos. Aún peor, en vez de socorrerlas elevamos la voz para echarlos, por ilegales. Ningún ser humano es ilegal en el mundo, o no debiera serlo.

Es hora de que el norte invierta en el sur algo de lo que allí roba -no me he confundido de palabra, he dicho roba-. Hace unos días, en un informe de Oxfam, se comunicaba que las 26 personas más ricas del mundo tienen el mismo patrimonio que 2.800 millones de personas de las que habitamos el planeta. Y, en principio, esto parece al menos chocante y hasta indecente, sin entrar en más valoraciones.

Sin embargo, los que hacen de la política un negocio, nos machacan con ajustes que sólo persiguen volver cuanto antes al estado de bonanza; que, permítaseme la rebeldía, solo conduce al mantenimiento de las desigualdades sociales entre los seres humanos. ¿En qué lugar se perdió la Declaración Universal de los Derechos Humanos?

Contéstese a placer.

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