¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Borbolla

Alfonso Lazo nos comentó que su mayor error en política fue participar en la conspiración que derrocó a Borbolla

El maestro Pepe Aguilar nos comenta que está leyendo con sumo gusto y provecho Volar en círculos, las memorias un tanto impresionistas del espía y escritor John Le Carré. A la espera de hincarle el diente, el título de la obra se queda como un persistente goteo en nuestro cerebro. Al fin y al cabo, la vida es eso, dar vueltas y vueltas a las mismas cosas y personajes. Ahí está, por ejemplo, José Rodríguez de la Borbolla, cuya figura política nos acompaña desde la más ardiente adolescencia, lo cual no lo decimos con hastío sino con cierta admiración. El sevillano -descendiente de viejos próceres liberales, antiguo pupilo de los jesuitas y miembro de esa siempre imposible burguesía profesional e ilustrada que buscó en el PSOE una frustrada posibilidad de redención para Andalucía- tiene algo que es ya una extravagancia en el actual panorama político: una voz y un estilo propios, lo cual pagó con creces cuando fue depurado por un entonces omnipotente Alfonso Guerra, quien urdió una minuciosa conspiración palaciega contra él a finales de los años ochenta. Otro Alfonso, de apellido Lazo (la cosa va hoy de maestros), nos comentó una vez en el bar del taurino Hotel Colón que su mayor error en política fue colaborar en el acoso y derribo de este personaje único en el ecosistema socialista meridional.

Nadie que sepa geometría puede comprender el pensamiento de Borbolla, un batiburrillo fecundo en el que se mezclan las lecturas de Marx y de Gramsci con las diatribas béticas en la barra de Casa Aurelio. Para Borbolla no hay ninguna contradicción en mezclar su militancia socialista -sincera y leal- con las tertulias más rancias de Sevilla. Su estampa de bon vivant burlón y su indumentaria de cubana y abanico lo diferencian claramente de esos clones insulsos y ambiciosos que han sido manufacturados en las organizaciones juveniles de los partidos y que pueblan como flores de plástico el insulso paisaje de la política andaluza actual.

Ahora, como saben, Borbolla vuelve a estar en el centro de la polémica por arremeter contra Odón Elorza (se merece eso y más) y llamar "cerdos" a los independentistas catalanes, dos calentones anecdóticos que han desencadenado una pequeña pugna con otra peculiar gloria del PSOE-A, Amparo Rubiales, quien, en el fragor del combate, incluso le ha criticado por fumar en público y por ser "un señorito sevillano" (¡con lo que le debe el PSOE al tabaco y a los señoritos!). Como suele ocurrir, los mayores enemigos de Borbolla hay que buscarlos en el centro del socialismo, no en las afueras. Son viejas historias en nuevos escenarios. La vida, ya lo dice Le Carré, es volar en círculos.

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