La mentira es inherente a la política", dice uno de los protagonistas de En la sombra (2016), -Les hommes de l'ombre en la versión original-, una magnífica serie de televisión de gran éxito en Francia. La mentira nos inunda con un descaro escandaloso en muchos de los políticos en sus intervenciones cotidianas sin que quienes les escuchan o interpelan les repliquen con la contundencia que merecen sus insolentes falsedades. Es más: se envuelven en la bandera del regionalismo o del nacionalismo descarado para tapar sus miserias, sus carencias y sus fracasos políticos. Más aún, cuando alguien esgrime una verdad que les pone en evidencia, mienten como bellacos desviando, desvirtuando o manipulando la realidad incuestionable, capaces de falsificar las más puras convicciones. Una muestra impúdica de la hipocresía que domina el ámbito político en diversas cuestiones, se materializa en despreciables circunstancias como un ignominioso desacato en el conflicto planteado por el nacionalismo catalán.

Alcanzaba uno de sus extremos más insultantes y vejatorios la polémica entrevista en la cárcel de Pablo Iglesias con Oriol Junqueras (también Puigdemont), el dirigente nacionalista que planeó un golpe de Estado contra el orden constitucional y está acusado de muy graves delitos (pretendió usar a los mossos para ocupar puertos, aeropuertos y fronteras) que terminó con la contundente respuesta del golpista de no negociar con intermediarios. Este encuentro constituye algo más que un esperpento, como algunos han dicho. Es un hecho bochornoso, inconcebible y vergonzoso en el ejercicio democrático de un Estado de Derecho que con estas tropelías se pone en duda. Más allá de los pretendidos acuerdos sobre los Presupuestos Generales del Estado, el líder populista se ha erigido en lo que muchos consideran vicepresidente del gobierno en la sombra, inconcebible en un candidato que le resta votos por la izquierda a Pedro Sánchez, paladín del antisistema, promotor de la abolición de la monarquía, de la despenalización de los insultos a la Corona y a favor del referéndum nacionalista.

El tema de los presupuestos presentados en Bruselas sin el previo informe en el Parlamento, que supone una afrenta legal, ha puesto de manifiesto las dificultades que el Gobierno tiene para sacarlos adelante. El presidente, lo quiera o no, ha de ir pagando la hipoteca de gobernar con el apoyo de independentistas, populistas republicanos, filoterroristas y furibundos partidarios de quebrar el país. Con la ambición desmedida de Iglesias, que se considera vicepresidente in pectore, más cerca del asalto al cielo, del poder omnímodo y del populismo reaccionario, incluyendo esa exigencia, esa imposición nacionalista de no negociar los presupuestos si la Fiscalía no retira los cargos contra los golpistas. Lo cual es absolutamente inadmisible en un estado de Derecho donde la separación de poderes es ineludible.

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