Cuando comienzo a escribir estas líneas estamos pendientes de las noticias sobre el agravamiento de la salud del Papa Emérito, Benedicto XVI, pues todo apunta a la proximidad del final en la andadura terrena del Papa alemán.

Quizás lo lógico sería, en esta fecha, hacer un balance del año que finiquita, pero me parece un período tan fatídico y mísero - valga de ejemplo el trágico mes de violencia de género que estamos viviendo.

Dicho esto, vuelvo con Benedicto XVI, de cuya figura no pretendo hacer extrapolaciones comparativas, pero sí tratar de expresar mi opinión sobre el personaje muchas veces no bien tratado mediáticamente más por desconocimiento y actitudes preconcebidas que por sus decisiones, sus criterios y, por supuesto en muchos casos, por incapacidad incluso falta de nivel para alcanzar a entender sus postulados, a pesar de ser un ferviente defensor de la FE de los sencillos frente al poder de los intelectuales.

Debo reconocer y manifestar que mucho de lo que aquí expongo no puede salir más que de lo aprendido en algunas lecturas sobre él, de lo escrito por él mismo y que me permitiré en algún caso expresar no solo desde mi propia interpretación de los textos hasta, literalmente, algunas opiniones.

No podemos obviar que nuestro Papa Emérito inicia su andadura en momentos difíciles, tras su tesis sobre la eclesiología de San Agustín y su estudio sobre San Buenaventura que lo orientan hacia la dogmática y el viaje de la mente hacia Dios, de la obra del santo de Bagnoregio, por las lecturas sesgadas del Concilio Vaticano II y el Mayo del 68 sin precedentes en la Iglesia y Europa.

Si a ello añadimos como expresa John Waters en el prólogo del ensayo de Giulio Meotti: ¿El último Papa de Occidente?, que Benedicto XVI, sucede a Juan Pablo II un Pontífice carismático, desde un perfil reservado frente4 a un escepticismo mediático proclive a la crítica desde suposiciones y no evidencias conocidas por sus escritos y obras de una lucidez mental privilegiada frente a análisis preconcebidos y nada imparciales. Él, buscaba un concepto integral de la razón y la recuperación de una cultura occidental camino del suicidio y lo hace con claridad didáctica frente al alejamiento del impulso religioso basado en una tecnocracia destructora del humanismo y denuncia el dominio del relativismo y las falacias positivistas orientadas a la ruptura de FE y RAZÓN, con derrumbe del existencialismo sustituido por el neomarxismo en una Europa sin alusión constitucional a sus orígenes católicos. Por fin, nos dice el Emérito: "La Eucaristía, es el corazón de la vida cristiana y origen de la misión evangelizadora de la Iglesia" y el Papa Francisco en una muy reciente entrevista lo define como: "Una inteligencia admirable con una alta vida espiritual. Un grande. Un santo". Recemos por él.

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