La otra orilla

Víctor Rodríguez

Belleza

La belleza no es gente cursi con discursos pretendidamente profundos, sino un ejercicio de justicia social

La belleza siempre ha estado asociada al lujo y no creo que sea así. El lujo está vinculado al dinero y el dinero no siempre garantiza el cultivo del gusto por la belleza. Estos días me he acordado de la frase con la que Ramón Trecet cerraba su mítico programa de Radio, Diálogos 3: "Buscar la belleza, es la única protesta que merece la pena en este asqueroso mundo". Caemos en el error si sólo asociamos la belleza a gente cursi con discursos pretendidamente profundos, que bien se cuidan por distinguirse de los demás. Al contrario, la belleza es un ejercicio de justicia social.

Dar estudios a jóvenes con difícil acceso a una educación de calidad, diseñar barrios periféricos donde las urbanistas y arquitectos no despachen la solución más barata, más pequeña o más simple, sino que sean capaces de pensar en quién va a vivir allí, en el fomento de la convivencia, en el juego infantil o la participación activa de sus habitantes. La búsqueda de la belleza es no ver nuestro pasado arqueológico como un estorbo al que tapar u ocultar, sino una riqueza para saber de una vez quién somos en esta tierra siempre tan tachada de falta de historia o identidad. La belleza nos da la naturaleza a poco que la dejemos. Tenemos espacios alrededor de la ciudad con una gran riqueza natural, con una luz y unos paisajes enormemente bellos donde la vida se abre paso, a pesar de las dificultades.

La sonrisa y la felicidad también son belleza. Tener a gente sana, segura, acogida y atendida es belleza. Políticas inclusivas que hagan que las personas se sientan en el centro, no como estadísticas o como números. El tamaño de población y las características de esta tierra permiten que, con no mucha inversión, poder acabar con la infravivienda, las personas sin hogar o la precariedad.

Una vez le preguntaron a un hindú cual era el sitio más espiritual en el que había vivido, a lo que contestó que los Estados Unidos, la respuesta dejó descolocado a quien preguntó, pensando que diría Benarés, Lhasa o cualquier otra ciudad santa, la explicación del hindú fue tajante: en los Estados Unidos puedo comer.

No hay nada de bello en la pobreza o en la necesidad, tampoco en el despilfarro o la ostentación. Vivir dignamente nos acerca a todos los seres vivos a la belleza, acaso vivir naturalmente sea lo verdaderamente bello y, como diría Ramón Trecet, la única protesta que merece la pena en este asqueroso mundo.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios