Basta

Hay que optimizar recursos ahorrando en despilfarros y enchufes y financiar la prioridad, que es la sanidad

M style="text-transform:uppercase">ás de veinte mil personas en las calles de Huelva, son muchas personas. Es como si en Madrid saliesen cuatrocientas mil. Dejé pasar la primera marea reivindicativa de una sanidad pública digna porque me cogió un poco desprevenido y no calibré su alcance. Pero esto ya es un clamor, un gigantesco vocerío, un ensordecedor grito unánime. Como médico que se dejó las pestañas, y parte de su salud, durante treinta años en el Sistema Sanitario Público me confiero el derecho de hablar; imposible callar. Llevo algún tiempo jubilado, pero conozco bien el paño. En los últimos veinte o treinta años hemos asistido a un hecho paradójico: mientras se ha aumentado la dotación en aparatos y máquinas de la más diversa índole, la atención a los pacientes, que no usuarios, se ha deteriorado de forma alarmante. Yo viví cada año como mejor que el siguiente. Y siempre fue a peor. Congestión, masificación, cabreo generalizado de los pacientes y de los profesionales e incapacidad manifiesta de los gestores para sacar la salud pública del atolladero. A la vista están los resultados. Sigo visitando los hospitales y, como profesional, nada más entrar me doy cuenta de lo que está pasando; la palabra caos es la que se me viene a la mente, no encuentro otra. Si cuento detalles, no termino este artículo en un mes y puedo crear aún más inquietud y desasosiego en los pacientes que lean estas líneas.

Quiero que el resto de esta columna vibre en positivo. Lo primero que yo haría sería borrar la palabra usuario de la jerga administrativa sanitaria. Uno es usuario o cliente de un taller de coches o de un cine, pero en un hospital una persona es un paciente. Un usuario es un número, un paciente es un nombre. En segundo lugar hay que decir, y ningún político quiere, que el Estado, la Junta, llegan hasta donde llegan en materia económica. No hay dinero para un Estado de bienestar ilimitado. Hay que optimizar recursos ahorrando en despilfarros y enchufes y financiar la prioridad, que es la sanidad. Ya lo sé. Me dirán que menos dinero hay si lo roban y se lo llevan caliente. Por supuesto. Tercero, y me parece esencial, es devolver el protagonismo de la gestión a los profesionales, a los mejores, y mandar a casa a todos los paniaguados incompetentes que pueblan mil y una jefaturas. Hay que despolitizar la sanidad pública de una puñetera vez. Este ha sido el peor de los males. Hay más que hablar y que contar, pero tiempo habrá, Dios mediante, porque los ciudadanos han dicho basta y será basta.

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