Estando Méndez Núñez al mando de la escuadra española en la Guerra hispano-sudamericana, pronunció la frase "más vale honra sin barcos que barcos sin honra". Viene a cuento por la venta a Arabia Saudita de barcos y bombas por parte del Gobierno español. Estos son los datos: el Gobierno anterior firma sendos contratos con el país árabe para venderle 400 bombas de alta precisión (10 millones de euros) y cinco corbetas (1.800 millones). Arabia e Irán están en guerra en el Yemen por conseguir la hegemonía en la región. El contrato de las corbetas da empleo a miles de trabajadores de Navantia en Cádiz, paliando la elevada tasa de paro. Las directrices de la ONU prohíben que las bombas se utilicen fuera del territorio saudí. La ministra de Defensa Robles ordena paralizar la entrega de las bombas. El Gobierno saudí advierte al ministro de Asuntos Exteriores Borrell que si no hay bombas, no hay corbetas. El presidente Sánchez prioriza la buena relación con Arabia Saudí y confirma la entrega de las bombas.

Evidentemente, el asunto posee graves implicaciones diplomáticas, laborales, políticas y morales. No hay problema con el Partido Popular, que permanece silencioso: fue la exministra Cospedal quien gestionó los contratos. Tampoco alzará la voz Podemos, pues su alcalde en Cádiz ha olvidado sus veleidades pacifistas y solo piensa en la cosecha de votos de los trabajadores de los astilleros. Los sindicatos, encantados. El amigo saudí, satisfecho de la fuerza que le dan los petrodólares, que le sobran. Reconducida la situación, hasta Borrell se permite argumentar en los platós que se trata de bombas guiadas por láser, tan precisas que solo van a matar a los malos; vamos, que matan poquito.

Queda abierta la cuestión moral. Existiendo una incompatibilidad manifiesta entre el muy respetable derecho al trabajo de los gaditanos y el aún más respetable derecho a la vida de la población civil que sufre los efectos colaterales de la guerra, ¿cuál debe prevalecer? La respuesta debería ser clara y tajante, pero no. Al estar el asunto al margen de las luchas partidistas, las pocas voces discrepantes quedarán en pocos días fuera de los focos, asumiremos nuestras contradicciones y volveremos a enzarzarnos en el apasionante juego del "y tú, más". Y políticos domesticados, con nuestra complicidad, podrán sentenciar cínicamente: "Más vale corbetas sin ética que ética sin corbetas".

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