El domingo caminé hasta el colegio electoral para votar. Entré, busqué mi papeleta y te eché de menos. Eché de menos aquellas jornadas interminables, en las que tú y yo llegábamos a las ocho de la mañana y nos íbamos cerca de la medianoche, en el mejor de los casos. Ejercíamos de interventores o apoderados de la misma formación política. Te recuerdo con el pelo cada vez más largo y más encanecido, con tu barba también blanca, cual un Moustaki resucitado. Miré el fondo del colegio y me pareció verte, trajinándote a otros interventores de otros partidos, para que cuando llegara la hora del almuerzo nos dieran la cerveza que traerían sus neveras blancas e impolutas. Sólo era una ilusión.

Este domingo de votaciones he sentido tu ausencia. Pasé por el Parque de la Luz y te vi, nos vi, tomando cervezas y rememoré otra vez las conversaciones que teníamos. Comenzábamos siempre dándole un repaso a nuestra organización -no éramos beatos ni de nuestro sindicato-, siempre críticos, pero siempre militantes, con la disciplina aprendida en los años oscuros cuando militar era algo más que pagar una cuota. Luego comentábamos los libros leídos y tú me ilustrabas. Gracias a ti descubrí e hice míos a Petros Markaris y Joan Margarit. Cada vez que Costa Jaritos abre la enciclopedia apareces con tu fina ironía mostrándome el camino.

Ya ves chiquitito -así te llamaba nuestro amigo Pedro Jiménez- ¡qué ironía, chiquitito con ese corpachón de ala-pivot y ese corazón que no cabía en tu cuerpo! Y pedíamos otra cerveza y hablábamos también de la familia, de tu madre, de mis hijos, de los tuyos, de mi espalda, y llegaba María tu compañera y se unía a nuestra fiesta cervecera. Recuerdo que el día que conocí a María me presentaste como tu pareja de (des)hecho. Y eso fuímos una pareja de (des)hecho que nunca se ha deshecho, a pesar de que aquel otoño del 2019 te fuiste sin hacer ruido. Eras muchas cosas, compañero, ecologista militante, bético irredento, bromista, irónico, activista, amigo, pero sobre todo eras un escritor como la copa de un pino. Tu prosa y tu poesía retrataban la realidad y eran torpedos a la línea de flotación de este sistema insolidario e individualista.

Hemos perdido otra vez, Rafa, pero la utopía -que no quimera,- de otro mundo posible se abrirá paso y tú seguirás susurrándome al oído que hay que jugar y reírse y soñar. Y te leeré y entonces junto a ti denunciaré "la pulcritud hipócrita de los indecentes" El domingo fui al colegio electoral y no estabas tú...

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