La semana pasada se nos fue Manolo Portela, uno de los nuestros. Parafraseando a Miguel Hernández, podíamos decir que se nos ha muerto como del rayo, Manolo, o mejor Portela, como lo conocíamos todos. Fue un hombre comprometido con la clase obrera, un hombre coherente, que llega al mundo obrero desde la fe en el Dios de Jesús. Portela fue capaz de sintetizar en su vida compromiso político y fe. Fue cristiano las veinticuatro horas al día. Y esa fe le llevó a encarnarse en el mundo obrero más empobrecido. Desde su fe militó en las vanguardias obreras, en la ORT, en el Sindicato Unitario, en Derechos Humanos, en la Mesa de la Ria y en Izquierda Unida.

Su vida es una vida de servicio a los demás. La vida está para gastarla, decía alguien y él la gastó en la lucha por la justicia, en la lucha por ese otro mundo posible, más ecologista, más feminista, más acogedor, más fraternal, más obrero, que muchos soñamos. Como César Vallejo, Portela hacía pedacitos de pan fresco su corazón para compartirlo con los demás, con los más desfavorecidos.

No era difícil encontrarse con él en las manifestaciones de Huelva, en las concentraciones por la muerte de inmigrantes, en las marchas feministas, contra el cambio climático, por la sanidad pública o por la derogación de la reforma laboral. Portela era así, sencillo y luchador, donde el pueblo sufriente estaba, allí estaba él. Participaba en la Parroquia de Belén. Era un miembro activo de su comunidad. Allí estaba encarnado con los más desfavorecidos, con la gente humilde y sencilla, su gente.

Portela ha sido para el que escribe un ejemplo de vida consagrada a la solidaridad y la fraternidad, un testimonio de cómo conseguir la felicidad desde el encuentro con el otro, desde el acompañamiento, la coherencia y la denuncia, desde la propuesta de otra forma de vida, desde el servicio, desde la seguridad de que más pronto que tarde el reino en el que él creía se hará presente y se hará vida en los que más sufren. Portela s de los muertos que nunca mueren. Sólo me queda dar las gracias por su vida y despedirme como se despiden los militantes obreros cristianos: Hasta mañana en el altar.

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