Cada día es más intensamente frecuente en uso y abuso de su libertad de expresión de las redes sociales por parte de los políticos, especialmente del Gobierno y singularmente de su presidente, para prodigar mensajes, comunicados, acusaciones y todo tipo de argumentos, nunca en sentido autocrítico y siempre con intenciones de autobombo, presunción y propaganda para sus intereses políticos y personales. Ello supone una escandalosa patraña que suplanta, elude, devalúa y sobre todo desprecia la labor de los periodistas. Este aluvión de declaraciones vía twitter caen como una lluvia copiosa sobre una ciudadanía generalmente desinhibida y desinformada cuyos estragos electorales han sido en diversas ocasiones bien evidentes, favorecidos por una Ley Electoral -con una clara desproporción entre votos y escaños - que para nada contribuye al resultado de unos comicios justos y equitativos: "Una persona, un voto".

En esta dinámica del juego de las opiniones, las críticas y la analítica política que se plantea en los medios informativos, especialmente en la televisión que es la de mayor difusión popular -y ahora lo vamos a ver que se reanudan los grandes debates y famosas tertulias-, la objetividad, la imparcialidad y las actitudes liberales tampoco son un principio moral sino en la mayoría de los casos todo lo contrario. Salvando ciertas distancias, ya que algunos de estos debates adoptan criterios más serios y ponderados, abundan aquellos donde a modo de abogado del diablo siempre hay un malvado, una sabandija del análisis político, que por lo general pasa por ser el representante de lo políticamente correcto, no deja hablar o interrumpe constantemente y también surge el bufón de turno -a veces más de uno- para tratar de poner la gracia en lo que ¡maldita la gracia que tiene!

Y todo cuando hemos vivido un suceso de bochornosa evidencia: la huida de Afganistán. Un fracaso espectacular de Estado Unidos, la OTAN, la Unión Europea y sus respectivos gobiernos, que dejan un territorio que costó miles de vidas humanas y enromes sacrificios en nanos del terrorismo. Una regresión moral en todos los sentidos para países y regímenes que viven en el pasado. Ello no es óbice para reconocer un ejemplar operativo de evacuación estratégica y magníficamente organizado por nuestras unidades militares responsables de tan arriesgada misión. Pero la siempre astuta y oportunista ministra de Defensa, Margarita Robles, se ha venido arriba exigiendo sumisión y vasallaje al ejecutivo utilizando a los militares como instrumento de su propaganda, convirtiendo la base de Torrejón en un photocall. ¡Qué fácil es enarbolar banderas cuando conviene!

Este gobierno-marketing se aprovecha de méritos que no le corresponden o a los que siempre llega tarde y no explica en la sede de la representación popular, que es el Congreso. Como no lo hace con cuantos -¡cuantos!- problemas tiene planteados. Hablemos del precio de la luz. ¡Otra tomadura de pelo!

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