No más

Una ley que permite todo lo imaginable contra un hombre simplemente denunciado por maltrato

La expresión el tiro por la culata todo el mundo la entiende. Pues de eso va este primer artículo del año. Vayamos por orden. Después de las pasadas elecciones andaluzas, dos partidos, sin mayoría absoluta en el Parlamento, se reúnen y pactan un programa de gobierno sin contar para nada con un tercer partido que, con doce diputados, es la llave, sí o sí, para que ese pacto vea la luz. Una vez firmados los papeles aparece el que tiene la llave y dice que con él no han contado y que o hablan con él o tira la llave al mar. Y avisan sacando al escenario la ley andaluza de violencia de género afirmando que por ahí no pasan. A continuación se desencadena la tormenta mediática y el aluvión de manifestaciones descalificadoras que ya quisiera yo haber oído en boca de algunos y algunas dichas para los terroristas y los supremacistas nacionalistas. En el coro de los grillos que cantan a la luna se excitan unos a otros y las barbaridades se suceden sin freno hasta llegar al colmo de los colmos de culpar a los 400.000 votantes de este partido de cómplices en el monstruoso asesinato de la profesora de Nerva. Simplemente, de juzgado de guardia.

Dada la altura y el nivel dialéctico de la manada de lo políticamente correcto, de lo imbécilmente correcto, miren por donde a la gente le da por leer la mencionada ley andaluza de violencia de género. Y aquí fue Troya y el tiro por la culata. Las declaraciones y los artículos de estupor se suceden en periódicos y emisoras de radio. La gente se echa las manos a la cabeza, se tira de los pelos y se queda alelada ante las cosas que recoge esta ley que, naturalmente, nadie se había leído, ni siquiera la mayoría de los que la votaron. Una ley que permite todo lo imaginable contra un hombre simplemente denunciado por maltrato. Sin jueces, sin abogados, sin sentencias de por medio, la simple denuncia, y sin ella también, la Administración andaluza puede arruinar la vida de un ciudadano y reducirlo a la condición de zombi. Que al final resulta que es inocente, pues nada, que lo zurzan y punto. Toda una vergüenza democrática. Cualquier hombre es, para esta ley, sospechoso de ser maltratador y como tal debe ser considerado. A la gran puñeta con la constitucional presunción de inocencia y a otra cosa mariposa. Me temo que voy a tener que dedicarle varios artículos al asunto porque hay muchísimo en juego. Mis conversaciones de estos días con amigos jueces, fiscales y abogados no las puedo dejar en el tintero. De momento parece que la impunidad hembrista se acaba, a millones de hombres y mujeres le han abierto los ojos, han leído, han conocido y han dicho no más. Y así va a ser.

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