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Oh tiempos, oh memoria, la cristianofobia también ha degenerado a niveles no ya de taberna, sino de establo

Estamos en plena campaña electoral y por tierra, mar y aire nos están preguntando por nuestras preferencias. Por lo que se lee en las encuestas el Parlamento andaluz que viene va a ser cualquier cosa menos aburrido. Sorpresas vamos a tener unas cuantas y mayúsculas. No hay que hablar ni preguntar, sólo poner el oído y el personal, así sin más, te va soplando lo que va a votar. Y lo que oigo es muy divertido. Pero creo que, aprovechando el asunto este de las encuestas nos podrían preguntar: a nivel nacional ¿qué político le parece el más endeble mental de la reunión? Políticos malos los hay por docenas, perversos por cientos, inútiles a espuertas, pero tontos no parece que haya muchos. Y sin embargo los hay. Ada Colau sería una de las más votadas. Sí, la alcaldesa de Barcelona. Si antes de responder en esa encuesta se le pone a los votantes un vídeo con el Belén navideño que ha montado en la plaza de San Jaime, creo que ganaría por goleada. Esta mujer forma parte de la fiel infantería anticristiana tan aparente en estos tiempos. Pura farfolla y gaseosa barata, pero tienen sus voceros, sus altavoces y sus medios de incomunicación. La cristianofobia de esta mujer le ha llevado simplemente a delirar. Yo no tengo espacio en este artículo para describir la mamarrachada siniestra que ha perpetrado con decenas de miles de euros de los contribuyentes barceloneses. Búsquenlo en internet, tápense la nariz y átense el cinturón de seguridad. Hay gente que dice que ofende a los católicos. No lo crean. A los católicos como yo esto sólo nos levanta una mueca de desprecio grado diez.

La historia de la cristianofobia estaba llena, hasta ahora de nombres ilustres, de intelectuales de mucho peso, de pensadores dignos de ser escuchado y de escritores de mucha valía. Hablar de Voltaire, de Nietzsche, de Sartre, de Gramsci debería ser suficiente como ejemplos de una larga lista de muchos quilates. Yo trato siempre de reconocer a mis adversarios y aprender de ellos, normalmente lo que no debo hacer. Pero comparar a los citados, y no citados, con lo que hoy tenemos es sencillamente ofensivo para los primeros. Aunque para los católicos sea motivo de regocijo tener hoy como adversarios a esta recua de endebles mentales que no han producido ni una sola línea digna de ser leída. Comparar a Colau, a Maestre o a Willy Toledo con la ilustre lista histórica de anticatólicos es algo que mueve, a partes iguales, entre la risa y la pena. Oh tiempos, oh memoria, la cristianofobia también ha degenerado a niveles no ya de taberna, sino de establo.

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