Visiones desde el Sur

Lo que es y...

Las cosas se olvidan, los intereses económicos priman sobre los derechos de las personas

Por muy manida que parezca la frase "no todo es lo que parece", es de una certeza incuestionable. Y lo es porque la percepción de lo que nos rodea, tanto de las personas como de las cosas, siempre está marcada por una base de subjetivismo que precisamente es la que diferencia a unas personas de otras: la que nos hace inexcusablemente seres singulares, únicos e irrepetibles.

Por esa razón y por otras, de más gravedad incluso, cuando oigo a líderes defender políticas nacionalistas -sean los que fueren y de donde fueren-, me entra una especie de desasosiego y la cabeza se me va para un lado y para otro, mientras ronroneo monsergas y extravagancias que no vienen a cuento, y que siempre terminan en un "nunca aprenderemos" o en un "¿cómo es posible, otra vez, este cuento… cómo?".

Que la memoria es breve tanto individual como colectivamente tampoco parece discutible, aunque siempre habrá quien diga que sí, y estará en su derecho.

Antes de marcharse Schopenhauer de la República de Weimar, le entregó a Goethe un cuaderno en blanco y le pidió que escribiera algo de su puño y letra; Goethe escribió: "Si quieres disfrutar de tu propio valer, concede, a tu vez, algún valor a los demás."

Y traigo a colación este tema porque me duele y mucho, el retroceso que Europa está llevando a cabo en materia de reconocimiento de los derechos inherentes al ser humano, vivan donde vivan y vengan de donde vengan. Una desgracia la política común europea en esta materia y un revolucionario desafío -que todos estamos pasando por alto- a lo contenido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, aprobada por una resolución de la Asamblea General de Naciones Unidas, el 10 de diciembre de 1948 en París, cuyo artículo 1 dice: "Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros".

Pero claro, esto se firmó tres años después de la II Guerra Mundial, y las cosas se olvidan, los intereses económicos priman sobre los derechos de las personas, y los pobres que se mueran, los inmigrantes que se ahoguen, el analfabetismo que campee y cada cual a lo suyo: liberalismo puro y duro. Una desgracia, reitero. Y lo peor es que esto acaba de empezar. La ultraderecha avanza en Occidente reivindicando señas identitarias, banderas, raza, religión, derechos de pernada y todo aquello que nos sumió en la negrura del horror y del espanto.

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