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Más del 90% de esos asesinados en el seno de sus madres eran niños perfectamente viables

Como sabe el informado lector, no es éste el número del gordo de ninguna lotería, sino el que da cuenta del registro de los abortos perpetrados en España este último año. Esa terrible cifra, que nunca debiera ser una simple cifra, es un 1% menor que la de 2016, pero es que en 2017 el número de nacimientos ha caído, en un solo año, más del 6%, lo que supone un pavoroso incremento proporcional del aborto. Más aún, si no estuviéramos ante el dato brutal de que entre nosotros más del 20% de los concebidos son abortados, no sufriríamos la terrible crisis demográfica que nos amenaza y que se ha convertido en el mayor de los problemas a medio y largo plazo de nuestra sociedad. ¡Qué terrible responsabilidad estamos contrayendo con este crimen colectivo que repugnaría a la conciencia social si se realizara con crías de cualquier otra especie que no fuera la humana!

Más del 90% de esos asesinados en el seno de sus madres eran niños perfectamente viables que, simplemente, eran inoportunos o no suficientemente deseados, como si la suerte de un ser humano pudiera decidirse por meros criterios de oportunidad. En su inmensa mayoría, también rondando la misma proporción, hijos de mujeres entre los 20 y 39 años, no de niñas o adolescentes en riesgo como la propaganda abortista, mentirosa y manipuladora en todo, se encarga de propalar.

¿Cómo es posible que estos datos sean asumidos sin más por una sociedad que se indigna ante mucho menores muestras de violencia o injusticia? La traición del PP a su electorado y su programa cuando aún era posible revertir la tendencia ha tenido como consecuencia el desmantelamiento del movimiento provida, demasiado pendientes sus dirigentes de no crear excesivos problemas a un gobierno considerado afín. Que en el plano político la defensa del nasciturus sea hoy cosa exclusiva del extraparlamentario Vox y de grupos aún menores lo dice todo. Estamos en el momento más bajo de la sensibilidad provida de la historia de España, pero la indiferencia ante los más de dos millones de vidas sacrificadas en los últimos treinta años no es sólo una acusación aplastante, está en la raíz de la violencia viral que nos invade. El rebajamiento del valor de la vida humana, el fin de su sacralidad, la hace vulnerable ante los desalmados de cualquier género y condición. El aborto nos degrada a todos.

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