¡A por ellos!

Una movilización identitaria que sólo busca privilegios se ha convertido en una causa para nuestra izquierda radical

Todos hemos visto ya el vídeo de los guardias civiles despedidos en Huelva al grito de "A por ellos". Mucha gente se ha quejado, y con razón, pero estas cosas se veían venir desde hace mucho tiempo. ¿O es que alguien se imaginaba que los insultos en Cataluña contra todo lo español no iban a provocar algo así? Hace más de tres siglos, Newton lo explicó muy bien en su Principio de la Acción y la Reacción: "Todo cuerpo A que ejerce una fuerza sobre un cuerpo B experimenta una fuerza de igual intensidad en la misma dirección, pero en sentido opuesto". Eso mismo nos está pasando.

Cuando hablo con mis amigos que viven en Cataluña, la reacción es siempre la misma: miedo, estupor, pesimismo, desánimo. Casi todos se oponen a la independencia -no quieren que el principio intocable de la identidad nacional guíe para siempre su vida-, pero eso les cuesta un terrible desgaste emocional. Se les hace el vacío en el trabajo, la gente los mira mal en la calle y se han visto obligados a fingir o a callarse en determinados lugares. Es cierto que la movilización catalana no ha sido violenta -al menos por ahora-, pero la violencia que se ejerce es de otra clase: una continua presión que tiene lugar todos los días en los institutos, en los centros de trabajo, en cualquier sitio. De esta violencia cobarde, por cierto, no habla casi nadie. Algunos tontorrones opinan que esta atmósfera siniestra, que es lo más parecido al ambiente tóxico del franquismo, se inició con el recorte del Estatut de Catalunya en 2010. Para nada. Todo esto empezó en los años 90 cuando la enseñanza catalana se puso en manos de nacionalistas fanáticos que empezaron a falsear la historia y a adoctrinar a los niños. Nuestros bobalicones repiten que España es un país franquista, pero el único lugar donde se ejerce aún la odiosa Formación del Espíritu Nacional es Cataluña. Y así estamos. Una movilización identitaria que sólo busca privilegios económicos se ha convertido en una causa defendida por nuestra izquierda radical, la más idiota de Europa.

Y mientras esto sucede, cuatro niños de La Zarza, en el Andévalo, han tenido que convivir varios días en la misma casa con los cadáveres de su madre y su pareja. Y esta noticia terrible ha ocupado una milésima parte de la atención que dedicamos a los supremacistas catalanes y a sus delirios identitarios. Enhorabuena a todos.

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