Arias breves

Rafael Ordóñez

Nada de nada

A pocas jornadas de la aparición del informe Pisa, aparece el informe UHU. El primero ya saben de lo que iba. España está a la cola en asuntos educativos de todos los países más o menos civilizados y más o menos desarrollados del mundo. Y Andalucía, imparable, máxima, a la cola de la cola. Una conclusión: peor imposible. En vez de producirse no menos de quinientas o seiscientas dimisiones, nada. Aquí paz y después gloria. La cosa no es para tanto. Una generación, o dos, o tres, sumida en el abismo de la ignorancia y del analfabetismo funcional más extremo no es para rasgarse las vestiduras. Centenares de miles de jóvenes que no saben leer, repitamos: que no saben leer, no les quita el sueño a esta clase política a la que la historia juzgará muy duramente. Y es que ellos los quieren así, analfabetos perdidos. Son más dúctiles, más maleables. Pues ya los tenéis ahí. Zombies renqueantes van de despacho en despacho, con seis o siete títulos de papel mojado en el bolsillo, implorando un puesto de trabajo que nunca llega. Y es que a los jefes de recursos humanos se lo han puesto muy fácil: anda, muchacho, lee en voz alta este textito. Dime, qué dice ahí. La criatura logsiana balbucea, se atranca, se rasca el entrecejo y al final emite una parida cualquiera. Bueno chico, deja ahí tu currículo, ya te avisaremos. Adiós, chaval.

No saben leer y les quieren atiborrar los institutos de ordenadores. Y naturalmente, nada de nada, ni por esas. Lo contaba este periódico haciéndose eco de un estudio de la universidad de Huelva. Han evaluado 18 centros de enseñanza durante un tiempo no corto. Y nada, lo mismo da. El fracaso escolar, el vergonzante e ignominioso fracaso escolar andaluz, no ha bajado ni medio punto después de introducir los chips y los bytes en las aulas. ¿Se darán cuenta alguna vez que lo que está pasando no es asunto de tecnología? Yo creo que saben muy bien dónde está el meollo y el intríngulis, pero no quieren enmendar. Como suena. Tal como va la cosa los triunfos, los suyos, están asegurados. ¿Servirá de algo repetir por infinita vez que de lo que se trata es devolver a las aulas el sentido del amor al trabajo bien hecho, el gusto por la excelencia, el noble afán de superación, el sentido de la jerarquía y la autoridad, la disciplina exterior e interior sin la cual no es posible aprender nada, el esfuerzo como motor imprescindible que posibilita el éxito, el valor y el prestigio de ser una persona culta, el reconocer que lo que libera al hombre no es el dinero sino la Sabiduría, el Conocimiento de lo que le rodea y, sobre todo, de sí mismo? ¿Servirá de algo?

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