La adolescencia toma protagonismo en la salida de la pandemia. Miles de jóvenes celebraron a las cero horas del sábado que se podían quitar la mascarilla, como si festejasen la entrada de año, al grito de "gracias, Pedro". Antes, centenares de bachilleres de toda España coincidieron en Mallorca en viajes de fin de curso y participaron en actos multitudinarios sin control, con el consiguiente contagio masivo que se llevaron de vuelta a casa, Andalucía incluida. No podemos esperar mucho más si los propios gobernantes exhiben una notable irresponsabilidad en su tarea diaria. El éxito de Isabel Díaz Ayuso en mayo ha tenido derivas perversas. La primera es que ha aumentado la influencia de guionistas y marquetinianos en los equipos de los dirigentes políticos.

Abundan los líderes de peso ligero, que se comportan como adolescentes. Líderes caprichosos como Sánchez que un día está convencido de que hubo rebelión en Cataluña y poco después quiere rebajar las penas hasta de la sedición. O que en campaña electoral estuvo en contra de indultar a los sediciosos catalanes y ahora lo hace. O líderes inestables como Casado que en octubre en la moción de censura de Vox hizo un discurso centrista contra la España a garrotazos y la polarización, y le dijo a Abascal que no quería ser como él, para en junio hacer un frente común ultra en la Plaza de Colón.

Estos jefes modernos de los partidos principales mandan mucho sobre sus organizaciones respectivas, pero a su vez están a merced de lo que les dictan sus respectivos gurús, como si fueran novilleros noveles en manos de veteranos apoderados o expertos mozos de espada. En ese mundo los Rodríguez o Redondos son capitanes generales. Sánchez nos ha regalado varias proclamas de mercadotecnia en las últimas semanas. Es inevitable pensar que lo hace para acompañar el mal trago de los indultos, que tienen a una mayoría de la población en contra. Y así, sin encomendarse a nadie, el presidente avanzó el fin de las mascarillas para ayer. Y su ministra de Sanidad ha acompañado la jugada anunciando que se podrá volver a los estadios de fútbol o baloncesto a partir de la próxima temporada sin restricción de aforo. Libertad y circo. Esto es darle la razón a Ayuso, cuando priorizó la necesidad psicológica de esparcimiento de los madrileños y relajó las medidas de control y horarios, aunque aumentara el número de víctimas.

En Andalucía, con buen criterio, el presidente Moreno y su consejero de Salud han recomendado seguir utilizando la mascarilla en la calle, que se ha demostrado un método eficaz de prevención. También porque la región tiene los ratios de contagio más altos del país, casi el doble que el promedio nacional. Hasta ahora la propaganda del PP andaluz atribuía a sus buenas políticas el que esta región tuviese mejores datos que la media. "Nos adelantamos", repetían altaneros. Tal parecen que ahora se han retrasado. Gobiernos adolescentes…

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