Revestido de solemnidad, Enrique Cerezo le ha pedido respeto al Barcelona tras constatar que los culés andan calentándole los oídos a Griezmann. La indiscreción de Guillermo Amor la otra tarde reconociendo que sí, que el Barça ha contactado con el francés, ha encolerizado al Atlético de Madrid y me parece muy lógico si no fuese porque en este mundo tan proceloso del fútbol quien esté libre de pecado que tire la primera piedra.

Parece ilógico y con la doble moral motorizando el asunto que sin haberse resuelto del todo el affaire Vitolo, el Atlético de Madrid se sienta ofendido. Creo que es mucho más grave lo ocurrido con el canario que lo que está pasando entre el Barça y Griezmann. Lo primero es un hecho consumado de injerencia con sobredosis de traición, mientras que esto de ahora no es más que una maniobra habitual por mucho que esté condenada en las normas que rigen el fútbol.

Desde que el fútbol es fútbol, el grande le ha quitado al chico lo que le ha dado la gana y que no me vengan con la milonga de que el Barça y el Atleti andan peleando por la Liga. Rasgarse las vestiduras porque un club toca a un jugador con contrato en vigor en otra entidad es un acto de hipocresía indudable. Tampoco es cosa de ponerse a recitar los nombres de futbolistas que han sido tocados, y fichados, teniendo vinculación contractual con otro club, ¿o es esto algo nuevo?

Desde que el 30 de junio de 1985 quedase abolido por decreto el derecho de retención, las escaramuzas de contactar en los lugares más insospechados con un futbolista de otro club han sido el pan nuestro de cada día. Ahora es el Atlético de Madrid el que levanta la voz pidiéndole respeto al Barcelona. Supino acto de hipocresía por parte de un club que ha hecho, hace y, supuestamente, hará lo que todos, intentar pescar en aguas que no siempre son de su jurisdicción.