Nunca como desde hace ya bastante tiempo se habían exacerbado tanto las críticas al presidente del Gobierno ni se le habían aplicado epítetos de tan grueso calibre y tan acibarada efervescencia. Ni en los peores tiempos de sus predecesores. Por tierra, mar y aire, como si dijéramos en la prensa, la radio, la televisión y las redes sociales, hasta en las cartas al director, como vemos casi a diario en nuestro periódico, se prodigan las más gruesas descalificaciones. En esas afiladas críticas pueden sorprendernos algunas firmas cuyos criterios son bien conocidos y no precisamente contrarios a la ideología de la víctima de tanta diatriba. Claro que, como vengo insistiendo, al final siempre hay una inevitable coda con aceradas invectivas para la oposición. Ya saben que aquí decir oposición es decir Partido Popular, al que acusan, entre otros muchos duros reproches, que actúa a impulsos del aliento que siente en el cogote de la extrema derecha. Decir aquí extrema derecha es decir VOX, conocida la facilidad de la gente de izquierdas para pegar etiquetas que forman parte de su habitual repertorio repetitivo y retórico. ¿Qué siente el presidente del gobierno cuando tiene detrás el aliento fétido, tóxico y malsano de los nacionalistas, filoetarras y populistas implacables, que le mantienen en el poder, sobre todo los últimos y su líder al frente, que, decía, le quitaba el sueño? Y es que tan mal como están las cosas, asustados, contritos y preocupados por el continuo e inexorable rebrote de esta maldita pandemia que nos asola, el panorama que contemplamos no puede ser más desconsolador en lo político, lo económico, lo social y en tantos aspectos de nuestra vida cotidiana. Y de esta guisa a VOX se le ocurre presentar una moción de censura que sabe que no va a ganar por pura matemática Y lo peor es que sabiéndolo y hacer perder el tiempo a todo un Congreso de Diputados durante dos días, la presenta vacía de programa alternativo y apestada de esos tópicos reaccionarios y de ciertas absurdas alusiones, que aburren a muchos de esos seguidores procedentes del Partido Popular, que suelen votar más con las vísceras que con el cerebro. Y a pesar de que en muchos aspectos lleve razón -no olvidemos que tienen 52 diputados y su legitimidad parlamentaria indiscutible- se pierden en el piélago de su adusta y peculiar exposición. En esta situación estaba el foro que era digno de ver como los grupos de la izquierda mantenían una tensa expectación ante el enfrentamiento de PP y Vox, contemplando a sus huestes, cual buitres hambrientos, ansiosos de devorar la carroña que pudiera quedar tras la refriega. Pero sorprendidos unos, entusiasmados otros y contrariados el resto, llegó Casado y "mandó a parar". Le dio un giro considerable al ardoroso debate con un discurso brillante - hasta el propio Iglesias lo reconoció -, coherente, firme y convincente en su postura, propicio al acuerdo, la eficaz coordinación y en contra de todo extremismo.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios