RELOJ DE SOL

Joaquín Pérez-Azaústre

Armando

Armando es personaje de novela mucho más vital que deportiva. Armando tiene cara de general romano al mando de un ejército antes de cruzar el Rubicón, la cabeza de mármol esculpido, con la nariz patricia y el mentón ligeramente aristocrático y ese resto augusto que, en el tiempo, se ha convertido ya en la marca esculpida de los césares. La biografía de Armando, sin embargo, tiene muy poco de cesariana y mucho de personaje hecho a sí mismo, protagonista de una novela de aventuras en la que el tesoro a conseguir era una ilusión adolescente. Armando, entonces, es el antihéroe deportivo que finalmente termina siendo un héroe: pero no por el botellazo, sino por su trayectoria sinuosa a lo largo de campos embarrados, de tardes de partidos de luz fría, con la lluvia gastada en los tobillos y un cemento recio en la mandíbula. La historia de Armando no es muy diferente de la Chuck Wepner, aquel boxeador de tercera categoría que, rondando ya los treinta y tantos, aguantó a Muhammad Ali diez asaltos sin caer. Sylvester Stallone se inspiró en Check Wepner para dar vida a su mejor personaje, Rocky Balboa, del mismo modo que Armando podría servir de modelo a cualquier cineasta o novelista de buenas intenciones sobre la inocencia infinita de los sueños.

El sueño de Armando era debutar en Primera División vistiendo las camiseta del equipo de su infancia, su imaginación y su mítica: el Athletic de Bilbao. Ahora todo el mundo habla de Armando porque recibió un botellazo en el Ruiz de Lopera que a punto estuvo de hacerle perder un ojo, ese mismo ojo patricio y corajudo, de mirada talluda y peleona, inteligente y honda, que creció siendo Arconada en cuerpo y en espíritu, aunque más en espíritu que en cuerpo. Vasco como él, pasó, por el contrario, por el Logroñés, Sporting de Gijón, Bermeo, Alavés y Baracaldo antes de llegar al Cádiz, donde se proyectó como un bastión de una sobriedad de piedra ágil con su elasticidad rocosa. Sin embargo, al igual que Chuck Wepner con Ali o que Rocky Balboa con Apollo, también Armando tendría, en el presunto ocaso de su carrera deportiva, una puerta abierta hacia su sueño, pero a los 37 años: en enero, tras la lesión de Iraioz, Joaquín Caparrós, ahora entrenador del Athletic de Bilbao, se acordó de Armando y le llamó. Fue así como, a tres años de cumplir los 40, Armando ha debutado con el Athletic de Bilbao en Primera División, y fue así como el sueño pudo ser, por fin, verdad poética. Por el perfil de su carrera, su historia es mucho más que mero fútbol: la novela posible de Armando, ahora publicitada por la desgracia terrible del botellazo famoso, se ha hecho también famosa por lo mucho que tiene de superación de una vida.

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