Son muchos los que dicen: "Esto no se puede contar, ¡hay que vivirlo!". Así es: no hay nada como la experiencia personal, la manera de vivirlo, de sentirlo, de gozarlo y con la mayor intensidad mucho mejor. Pero todo puede contarse. De hecho se ha contado muchas veces. Unos lo contaron mejor que otros y muchos lo hicieron brillantemente. Contarlo, cantarlo, versarlo, una difícil recreación en el arte, en la poesía, en la música, en la pintura… en tantas expresiones artísticas y ahora en la tecnología que permite visiones de los acontecimientos rocieros desde las perspectivas que ni la propia visión real permite. Sí, la maravilla mágica y singular del Rocío, de esos múltiples y cautivadores caminos rocieros que conducen todos a la aldea almonteña hasta la propia Romería, única, esplendorosa, radiante, crisol privilegiado de emociones sublimes.

Sí puede contarse. Las imágenes, por si solas deslumbran por su singularidad y grandeza. Yo tuve el privilegio de contarlo para la radio y realizar la primera retransmisión en directo cuando las condiciones técnicas eran exiguas. Absolutamente precarias. Siempre sostuve que hemos sido muchos los que desde diversas facetas y perspectivas hemos narrado y exaltado este acontecimiento singular, al menos para quien esto escribe, de la manera más viva y directa: la radio. Durante muchos años, más de una treintena, tratamos de comunicar a quienes nos escuchaban, algunos en lugares muy lejanos, en épocas en que la radio era el único medio de comunicación sonora, todo cuanto acontecía en la Romería. El tiempo ha hecho de los medios el mejor vehículo de difusión de un fenómeno religioso y festivo, que, por si mismo, tiene una fuerza cautivadora para merecer tan masiva difusión. El predicamento de la Romería en todo el mundo se debe a los medios informativos.

Ya escribí alguna vez que no siempre se ejerció esa misión divulgadora de la manera más favorable. El Rocío, con sus luces y sus sombras, ajenas éstas a su esencia fundamental y mística, provoca una luz tan deslumbrante, que emana sin duda de la propia imagen de la Virgen, suficiente para eclipsar cualquier otro aspecto mundano, anecdótico y sin duda superficial en torno a una celebración de resonancia universal. Como afirmaban Michael D. Murphy y J. Carlos González Faraco en el prólogo del libro "El Rocío, sol y sal de Andalucía", de Santiago Padilla: "No hay una sola perspectiva desde la cual no se haya escrito mucho o poco sobre la que, con alguna exageración pero con bastante fundamento también, muchos conocen como la mayor Romería del mundo".

Me permito recordar en el ánimo divulgador del fenómeno rociero, otra forma de contarlo, no podemos olvidar el excelente trabajo "Psicoanálisis del Rocío", del doctor Ernesto Feria Jaldón, para abordarlo científica y analíticamente: "Y esto porque el Rocío es tanto un fenómeno sociológico como religioso y ambos son susceptibles de ser sometidos al análisis psicológico". Otro fascinante relato.

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