Aprovecharse de la situación

La democracia es mucho más que acudir a votar; sin derechos y libertades no existe

A nadie se le escapa la importancia de un correcto uso del lenguaje para comunicarnos con los demás. Una inadecuada o equívoca elección de una palabra o expresión puede alterar lo que de verdad pretendemos hacer llegar a otros. Por lo tanto, es una herramienta que debemos cuidar. Pero como toda herramienta, en sí misma, no es ni buena ni mala; otra cosa es la utilización que las personas hagamos de ella. Un martillo, por ejemplo, es muy útil para clavar puntillas. Lo malo vendría del comportamiento de su dueño si lo emplea con violencia contra alguien para resolver una disputa. Al lenguaje le pasa lo mismo, pues se convierte en un arma de manipulación peligrosa cuando, de manera intencionada, se quiere subvertir alguna realidad. Es cierto que los intentos de cambiar malévolamente las opiniones de los demás y su visión sobre los hechos a través del lenguaje son muy antiguos, lográndose con mayor o menor éxito; sin embargo, en la actualidad el problema es más grave por cuanto se dispone de muchos más recursos y estudios que los hacen más eficaces. Las técnicas son diversas: empleo de estereotipos, sustitución de nombres, seleccionar lo que interesa y censurar lo que no, mentira descarada, repetición, etiquetar como enemigo… En este sentido tenemos evidencia clara en la publicidad, pero ¿y en la política? Pues en ese ámbito la cantidad es apabullante. Veamos algunos casos de los últimos tiempos. Pedro Sánchez, promete en la campaña electoral que no haría gobierno con Podemos y como lo hace, a lo que siempre se le conocido como de coalición, lo presenta como de cooperación. Pero vamos a algo más reciente con dos expresiones: desescalada y nueva normalidad. La primera nunca ha estado en el español al uso, por qué no retorno, vuelta... No era necesario ese neologismo. Y la segunda, ¿por qué ese adjetivo? ¿Por qué no hablar de periodo de transición? Pues bien, planteo dos hipótesis: 1) que ambas expresiones se hallan vinculadas, y 2) que, aprovechándose de la situación creada por el Covid-19, se quiere terminar de instalar un nuevo modelo de actuación política más directiva, populista y con menos control democrático, del que, por desgracia, hay ya en el mundo más de un país sufriéndolo, desde la derecha a la izquierda, como Hungría o Venezuela. Ojalá me equivoque y no se acaben por verificar, pero las sospechas que las sustentan no son gratuitas y, por eso, las formulo. La democracia es mucho más que acudir a votar; sin derechos y libertades no existe.

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