La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Aplausos tóxicos, insultos repugnantes

Los insultos al papa Francisco recuerdan, en versión grotesca, los que se dirigieron a Pablo VI y Tarancón

Los más viejos recordamos la aversión a Pablo VI de los católicos ultras y de los ultras políticos. Con Juan XXIII no se atrevieron, pese a que no les gustara porque en las alturas del Régimen se sabía de su poco o ningún aprecio por la dictadura. Demasiado mayor, demasiado gordito, demasiado bonachón, demasiado querido. Y además de breve, aunque decisivo, pontificado. No era cosa de meterse con el llamado papa bueno o párroco del mundo. Pero Pablo VI era otra cosa y tras la clausura del Vaticano II se fueron extremando las tensiones entre el Vaticano y el Pardo, y entre los sectores católicos españoles franquistas y los renovadores.

A la Iglesia le llovían palos de todas partes. Al búnker político y católico los cambios y el progresivo enfrentamiento les parecían atroces traiciones; y a los renovadores, tímidos e insuficientes cambios que conservaban los privilegios nacionalcatólicos (con gracia, hay que reconocerlo, un periodista falangistón escribió en aquellos días: "la Iglesia se desengancha del tren de Franco conservando el vagón restaurante"). En la prensa del Movimiento se llamó "Tontini" al papa Montini, los ultramontanos rezaban por la conversión del papa -nunca fue la España cerril más papista que el papa que en aquellos años- y en los días posteriores a la muerte de Franco se gritaba y se pintaba en los muros de las iglesias "Tarancón al paredón".

Aunque las reformas del papa Francisco son tímidas frente a las que siguieron al Vaticano II -el poderoso aliento de teólogos de talla gigantesca como Congar, Rahner o Lubac y los entonces jóvenes Ratzinger o Küng- se ha desatado una campaña contra él que está superando lo infame para caer en lo grotesco. Desde la izquierda se le aplaude y elogia con no poca insinceridad y desde la derecha se le insulta, curiosamente utilizando ambos el mismo argumento. Si desde Podemos Pablo Iglesias dijo que habla como el secretario general del Partido Comunista o la secretaria general de Podemos, desde Vox Abascal le llama "ciudadano Bergoglio" y Tertsch escribe que "el odio manifiesto de este Papa a España es una prueba más de un carácter indisimulable de bajeza e indignidad"; mientras desde el PP se llama "cumbre comunista" al encuentro entre el papa y Díaz (hábil maniobra de la vicepresidenta segunda que utiliza al papa para su campaña personal hecha con dinero público desde el Gobierno). ¡Qué tropa!

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