Desde mi esquina

josé Antonio Vieira

Apaguemos los móviles

LOS sociólogos apuntan que uno de los grandes problemas que tiene nuestro tiempo es el individualismo. Nos hemos convertido en seres que ya no precisamos reunirnos para entablar una conversación. Hemos, en muchos casos, degradado a las buenas tertulias y ahora, todo lo reducimos a esos grupos de Whatsapp, donde, sin desmerecer su valor, lo utilizamos sólo para decir tonterías y sandeces.

En nuestros días, resulta inimaginable un mundo sin móviles. Todos somos usuarios de esos pequeños teléfonos y cuando lo olvidamos, entremos en un estado casi de ansiedad.

El mundo cofrade no es ajeno a esta realidad. Ahora resulta que en cualquier acto cofrade o religioso, el ambiente de recogimiento y seriedad que el momento requiere se ve violentado, hasta el extremo, con esas sinfonías variopintas provenientes de nuestros móviles. Algunas de esas melodías pueden parecer discretas, pero otras son una mezcolanza entre lo más hortera y lo más chabacano. Unos soniquetes que de la forma más inoportuna suenan en el momento menos esperado. Sí, son las musiquitas de los móviles. En la actualidad, todos llevamos un móvil en el bolsillo, al igual que todos sabemos cómo ponerlos en silencio. Resulta incómodo, para todos, cuando en cualquier acto siempre suena el dichoso móvil, que en infinidad de ocasiones su dueño tarda una verdadera eternidad en silenciarlo. Me resulta patético que en los canceles de nuestras iglesias tengamos que leer esos carteles donde la imagen de un móvil tachado es acompañada con la leyenda "esto no te hace falta para hablar con Dios" o en conferencias, cuando el presentador advierte a los asistentes que pongan en silencio sus móviles. En este sentido estábamos mejor cuando no había móviles.

Resulta chocante, por no poner otros calificativos, cuando en un pregón muchos de los asistentes se llevan todo el rato con el móvil chateando y en la oscuridad de salón se ven esas luminarias provenientes de sus pantallas. Ante todo, eso me parece un acto de poca delicadeza y de un comportamiento incívico. Con lo fácil que es no asistir a un acto cuando no tenemos interés.

En las misas pasa igual; en medio de la celebración siempre hay un móvil que suena, que no hay forma de apagarlo y a ese inoportuno sonar siempre le acompaña ese cuchicheo propio de otros tiempos, que enrarece más el ambiente. Sí, yo estoy a favor de las nuevas tecnologías, pero por encima de todo estoy siempre del lado de las buenas formas, del comportamiento cívico y elegante, del respeto y de la educación. Por lo tanto, cuando compremos un móvil, que cada vez son más sofisticados, por favor, busquemos el botoncito para silenciarlo en los momentos que sea preciso. Ya sólo falta que le suene el móvil a un nazareno en plena procesión, o a un sacerdote en una misa, a un político en un acto cofrade a los que acuden. No, apaguemos los móviles. No seamos cómplices de romper el clima de solemnidad que se vive.

Mañana será el pregón de la Semana Santa. Seremos muchos los que acudamos. No olvidemos apagar o silenciar nuestros móviles y dejemos el chateo para otros momentos. Será a las doce, como siempre. Las campanas del carillón de la parroquia de la Concepción marcarán la hora en la que, otra vez, un onubense anunciará las grandezas de nuestra Semana Santa. Apaguemos los móviles y disfrutemos del momento.

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