Durante esta semana hemos asistido al rosario de actos, festejos, festolines y parrandas convocadas en Sevilla para conmemorar los 25 años que hace que se inauguró la Expo 92. Supongo que este verano igual ocurrirá lo mismo con las bodas de plata de los Juegos Olímpicos de Barcelona, si bien dudo de que estando el patio como está por ahí se vaya a recibir a Rajoy con la misma sonrisa y simpatía con la que se le ha acogido en la capital vecina. También se cumplen estos días cinco lustros desde que el primer AVE cruzó la meseta para unir las capitales del Reino y de Andalucía en algo más de dos horitas. Y para certificar lo bien que se hace ese camino, hasta el propio presidente del Gobierno dejó su mullido sillón monclovita y se subió al tren para echar el paseo y, de paso, hacerse esas fotos tan naturales sentado en una mesa pasando páginas de un proyecto junto al ministro de Fomento. Qué me gustan a mí estas cosas. Esas fotos de chicos aplicados a la tarea que hacen como que no están pendientes de quien les graba. En fin.

Como era de prever, desde Madrid todo fue gloria, loas y aplausos a la gran obra del 92. Cierto es que la alta velocidad ha cambiado el concepto de las distancias en España. Sobre todo para quienes pueden disfrutar de ella. Aquí es donde la presidenta de la Junta/aspirante a ser lo más del PSOE nacional, Susana Díaz, aprovechó para recordarle al gallego presidente que en Andalucía hay aún cuatro provincias que han de coger la diligencia para comunicarse con Madrid. Así que Mariano, vino a decir la presidenta, estírate un poco y acaba con esa injusticia.

Uno, que ha vivido 15 años en Córdoba puede dar fe de que hay pocas cosas mejores para viajar que el bólido sobre raíles. Y también uno, que ahora vive en Huelva, puede atestiguar cuánto echa en falta esa velocidad para trasladarse allende las fronteras provinciales. Y eso por no decir que a uno le da hasta la risa cuando ve que van 500.000 euros en los presupuestos de este año para tender las vías que nos conectarán con Sevilla. (Algo malo debía tener la mudanza).

Claro que si nos da por pensar, igual podíamos decir que el agravio ferroviario con Huelva no es culpa solo de Mariano. Igual podíamos pensar que Felipe podía haberse estirado en su momento e incluir el trazado con la costa en aquel proyecto inicial. Lo mismo que Aznar podría haber dejado caer unos millones en aquella era de bonanza en la que Cataluña y Aragón vieron llegar los modernos raíles a sus tierras. Tanto como Zapatero podría haber apuntado alguna cifrita en sus ochos años en los que el bólido eléctrico comenzaba a surcar su bonita (y despoblada) Castilla natal.

Porque 25 años dan para mucho. Y cuando se ve pasar tanto tiempo de olvido y abandono a uno le da por pensar en cuál es el motivo que ha llevado a que en estos algo más de 9.100 días Huelva haya visto incrementarse su distancia del resto del mundo mientras que en otros lugares algo menos poblados -y aquí que cada uno ponga el nombre- ven transitar veloz una máquina de tren camino de la modernidad. Que no es cuestión de culpar a unos u otros, que es cuestión de unir esfuerzos para acabar con un agravio histórico. ¿O es que Huelva no lo merece?

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