Si una alumna reta a su maestra el primer día de clase y con doce años, esta maestra se encuentra con la obligación, personal y profesional, de prestarle atención. Si, además, esa maestra descubre que quien tiene razón es la niña, debe, en primer lugar, reconocérselo (saber asumir errores es importante para la vida misma) y después admitir, aunque sea para sí, que le ha dado una lección. Así llevo más de treinta años, intentando, con ella, aprender cómo se vive (y cómo se muere) con la dignidad necesaria para no engañar a nadie ni a sí misma.

Para ello hace falta mucha fuerza y un amor especial a la vida que, siendo una niña aún, ya se hacía evidente. Esa fuerza la invierte en una enorme potencia y una ilimitada energía en esa práctica del balonmano al que tanto da y con el que tantos galardones y trofeos consigue. Ese poderío en la cancha, esa seguridad en lo que hace, ese rápido intuir sobre lo que hacer a continuación, ese facilitar el balón a la compañera, ese no darlo nunca por perdido…, se convierten en su "marca personal", en su modo de vivir y de relacionarse con la gente: auxiliando, atendiendo al contexto, mostrando seguridad y arriesgándose sin temor. Esa filosofía del balonmano, llevada a su vida, es la que también marca su carrera como abogada. Sin dar por perdido ningún juicio o pleito por complicado que fuese, ideando estrategias nuevas para ganar, dedicándole todas las horas del mundo, disfrutando de los éxitos pero aceptando la derrota como un aprendizaje para la próxima vez. Respetando y haciéndose respetar.

En cuanto al amor a la vida lo vierte en el amor a las personas que la rodean. No se conforma con quererte sino que, convencida de que hay que verbalizarlo, te lo dice continuamente. Ama cuidando, y cuida a su pareja, a su familia, a sus amigos de verdad… queriéndoles y riñéndoles cada vez que haga falta (cómo no va a salir esa faceta bruta de una jugadora de balonmano). Un amor a la vida que se evidencia en esa pasión con que vive lo más cotidiano: sus findes en Jaén, los campings por el norte, las navidades en Valverde con los primos, su playa de Punta Umbría, su pandilla de los miércoles, su música, siempre con ella, su luna creciente que la hipnotiza…

Una influencia tan fuerte sobrevive a todo. Contigo, Ángela, toda la vida habrá que conjugar los verbos en presente. Según Ghandi el olvido es un atributo de la persona fuerte, el débil no olvida nunca. Y aunque no me lo admitas, soy tan débil…

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