Ojo de pez

Pablo Bujalance

pbujalance@malagahoy.es

Andalucismos

Por una vez, podrían tomarse en consideración ciertas políticas de desarrollo en lugar de agravios y cuentos de hadas

El giro andalucista de Juan Manuel Moreno Bonilla lo tiene todo a favor. La constitución de una mesa de negociación del Gobierno con Cataluña, en aparente bilateralidad, encuentro con el defenestrado Quim Torra incluido a pesar de las tentativas de pasarlo por alto, deja entre no pocos andaluces la impresión de que los del procés se han salido con la suya exactamente en el sentido buscado: pase lo que pase, la política española girará en torno al Norte en los próximos años. Es bien sabido que las inversiones terminan depositándose allí donde se localizan los problemas más ruidosos, y nada después de ETA ha hecho más ruido desde la Transición que el independentismo catalán. Total, que los andaluces ni pinchamos, ni cortamos. Y si los agricultores tienen que vérselas aquí con los antidisturbios, ya se les bajarán los humos y pasaremos de inmediato a otra cosa: lo verdaderamente importante está allí arriba. Así que es relativamente fácil que Moreno Bonilla se gane las simpatías de muchos con su protoandalucismo estratégico, que pasa por disfrazarse de nuevo (con jugadas como la apertura de la embajada en Cataluña) mientras, en el fondo, sigue siendo lo mismo de siempre (la solicitud de la deuda al Gobierno de signo contrario en Madrid). Se trata de que nos tengan en cuenta, pardiez. Y, al cabo, quién mejor.

De modo que, si la medida le sale bien, tal vez pueda el presidente quitarse algunos quebraderos de cabeza. Principalmente, los derivados de la imposibilidad, la incompetencia o la desidia a la hora de darle la prometida vuelta a la tortilla tras las cuatro décadas de tiranía socialista. No es cuestión de exigir al Gobierno del PP andaluz que ponga bonito lo que el chavismo, el susanismo y demás paradigmas rocieros dejaron hecho unos zorros, tal y como repiten de vez en cuando los consejeros; pero sí, a lo mejor, de considerar determinadas políticas que, con el debido tiempo y el adecuado rendimiento, podrían situar a Andalucía en una senda de desarrollo razonable, sin invenciones ni cuentos de hadas. Igual el iluso es uno, pero confiaba un servidor en que Moreno Bonilla no tiraría de agravios para hacer política, por más que desde Madrid se lo pintaran blanco y en botella. Que sería más hábil. Porque el andalucismo que ha puesto ahora sobre la mesa difícilmente podría dar más penita para devolvernos a lo ya conocido. Al triste fracaso que, ay, nos describe aún.

Igual algún día prende una manera de hacer política en Andalucía sin oportunismos. Con imaginación a la hora de poner en marcha los recursos propios. Sin agravios ni celos, sin golpes de pecho. Igual. Quién sabe.

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