Opinión

Pedro Rodríguez Mariño / Sacerdote / Doctor Arquitecto / Doctor En Filosofía

Andalucía Barroca

ANDALUCÍA Barroca es el lema y el tema de las exposiciones distribuidas por todo el territorio, promovidas por la Junta casi en simultáneo en este final de 2007, ofrecidas a nuestra visita y contemplación. Me hablaba con entusiasmo un amigo; había estado recientemente en Córdoba y había visitado la muestra El fulgor de la plata; venía maravillado. He visitado yo la gaditana La imagen reflejada. Andalucía, espejo de Europa y salí grandemente complacido. Qué grato y qué interesante todo. El marco es excepcional, la Parroquia de la Santa Cruz, Catedral Vieja, restaurada; no una gran nave industrial que por mucho que se dignifique no da más de sí. Además lo que allí se expone es de primera magnitud: imágenes y retablos del propio templo, o bien procedentes de otros puntos de Andalucía; menaje cultural o palaciego, espejos, ropajes, etc. En aquel marco todo queda realzado y lo allí expuesto todo esmero merece.

Al compás del recorrido surgen comentarios con los acompañantes, también algún saludo, hay mucho ambiente. Esta figurita parece moderna, de vanguardia. Este cuadro, qué detallista, qué cosas tan primorosas. Esta imagen, qué bonitaý y la otra, y las rosas de la cabeza de Santa Rosalía, en su relicario de plataý Qué bonito el retablo mayor de la Catedral. Qué cambiazo... Y esta leyenda explicativa... no se puede abarcar todo, pero sí importa el impacto y quedarse con lo que llame la atención.

En el diálogo no falta una pregunta. ¿Qué es el Barroco? Pues... Es libertad, exageración, vitalidad, naturalidad... eclosión... En cada manifestación concreta, arquitectura, pintura, literatura se pueden perfilar rasgos y sus modos propios. Así por ejemplo: los muros se curvan, se hacen cóncavos, los frontones se abren y se rizan sus aleros. Los ámbitos inmediatos no se mantienen vacíos, se pueblan de fuentes o de estatuas, de modo que incorporan al observador a la misma escenografía. El Barroco no es para contemplarlo, es para vivirlo, se ha dicho.

Todas las manifestaciones vitales interesan a la inspiración del artista barroco. Y todas encuentran las técnicas y los materiales apropiados para exaltarlas, eternizarlas y hacerlas participativas: un túmulo funerario, un desfile festivo, un órgano o un piano, una imagen para el culto, para procesionar o para la piedad doméstica. En definitiva, incluso lo más dispar, porque el Barroco es una época, una actitud ante las cosas, una cultura que se percibe especialmente en la expresión artística. Tiene por tanto unas fechas y una geografía: el siglo XVII y España, Italia, los países centroeuropeos católicos y América hispana. Naturalmente, dicho como en números redondos.

Acotadas así las cosas se puede hablar de porqués más profundos. En esos años y en esos sitios se vive un catolicismo renovado, vigoroso, profundizado y expansivo. Las mujeres y los hombres del Barroco son firmes y bien formados, abiertos a las realidades profanas y a las realidades sobrenaturales y divinas. Son herederos del enriquecimiento humanístico del Renacimiento y beneficiarios de la abundancia y de la rectitud de vida y doctrinal que habían suscitado los decretos del Concilio de Trento. Indicador claro de este ambiente es la acogida popular de que gozaban los autos sacramentales.

Es de ese humus cultural y religioso del Barroco de donde surgen los espléndidos artistas y literatos: Murillo, Alonso Cano, La Roldana, Rubens, Martínez Montañés, Góngora, Calderón y tantos. Es también donde se cobijan otros procedentes de Italia, Países Bajos, Francia... de toda Europa. Realmente toda Andalucía, en particular Cádiz y Sevilla, eran el corazón de la vida europea y también la cabeza, aquí acudían el dinero y los talentos. ¿Pero entonces todos eran o genios o santos? Naturalmente, no. Había errores y debilidades como siempre las habrá, pero no se pretendía presumir de ellas o presentarlas como verdaderos bienes. Las coordenadas estaban claras: la vida era sagrada y el honor también. Vivir valía la pena. Los bienes creados eran tan buenos que podían perder al más pintado. El Crucificado era el Salvador del mundo, al que podemos unirnos por los Sacramentos. El término definitivo de la vida: el Cielo. Y la que es Madre de Dios, Inmaculada, es también Madre nuestra.

Vale la pena la visita a la exposición La imagen reflejada, y ese paseo por el Barroco en Andalucía. Felicitémonos.

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