Andaluces o no

Le cuesta entender a estas gentes, tan extrovertidos y huraños. Pero si se marchase, extrañaría mucho Andalucía

Está aterrada, se aferra al borde de la inestable barcaza y mira a lo lejos. Está amaneciendo y donde antes sólo se divisaban las luces de algunas poblaciones ahora también se dejan ver algunas montañas. Quiere llegar. No quiere morir ahogada. Quiere llegar. Tiene algunos familiares viviendo en Andalucía desde hace años, le han dicho que se trabaja mucho, que hay algunas personas muy racistas, pero que, en general, se vive bien, se puede ganar dinero y tener una familia. Ella quiere eso. Quiere llegar.

Él quiere volver. Echa de menos el sol, las tardes de playa, sus amigos, su gente. Pero no ve la manera. Lleva varios años viviendo fuera, lejos, tiene un buen trabajo, una pareja estable y una casa acogedora. Aun así echa de menos su tierra. Pero no se atreve a volver sin un trabajo, ya se le hizo muy duro aquel tiempo de búsqueda de empleo, de encadenar contratos basura, no querría pasar por eso otra vez. Pero quiere volver.

No quiere marcharse. Pregunta cada semana por sus papeles. Es complicado -le dicen siempre- hay que esperar. Después de tantos años sigue siendo extranjera. Aunque hable un castellano lleno de matices del sur. Aunque su manera de vestir, de comportarse y de vivir se haya teñido de Andalucía. Son gente buena, muy parecidos al carácter rifeño de su pueblo de origen. Gente acogedora y de trato fácil, que hablan fuerte y sin inhibiciones. No quiere marcharse.

Le hacen gracia las fronteras. Quizás porque viva en una. En un río. Las dos poblaciones se miran desde apenas unos cientos de metros. Los portugueses y los andaluces se cruzan constantemente, viven en ambos márgenes, se entienden. Su trabajo le permite cruzar la frontera constantemente. Alguna vez, hablando con un amigo llanito, compartió esa sensación de no entender muy bien esa abstracción llamada frontera, esa ridícula construcción que sirve a muchos intereses, pero casi nunca a los de la gente que las habita. Le hacen mucha gracia.

Es complicada esta tierra. Y sencilla a la vez. Sus hijas son andaluzas. Medio rumanas, también. Pero andaluzas. Europeas un poco. O tal vez no, no lo sabe bien. En cualquier caso no se quieren ir. Ella a veces sí, sueña en volver a su tierra. Le cuesta entender a estas gentes, tan extrovertidos y huraños a la vez, tan orgullosos y tan sumisos, con esa infinita variedad en la pronunciación de un mismo dialecto. Pero sabe que, si llegara a marcharse, echaría mucho de menos Andalucía.

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