Anciano de la tribu

Esta pareja nos deja un extraño consuelo en unos días en que la actualidad se lo quiere comer todo, pero no puede

Buscando, rebuscando una noticia de actualidad que no fuese sobre las elecciones de Madrid me he tenido que retrotraer 6.400 años. En la Cueva de la Dehesilla, entre Jerez de la Frontera y Algar, han descubierto dos cráneos de entonces con muy interesante información de última hora. La paradoja de una noticia bomba de miles de años ya merece la pena.

El descubrimiento cumple, además, con los más postmodernos requisitos de la paridad: uno es de una mujer de 24 años y el otro, de un hombre; y está llamando más atención el de la mujer, como es lógico. No tanto por caballerosidad, me duele decirlo, como por morbo. Su cráneo fue trepanado y decapitado. Los investigadores hablan de un intento de intervención quirúrgica y una decapitación posterior ya con motivos rituales, tal y como permite suponer la situación de ambos cráneos, ambos juntos y mirando hacia el oeste, y algunos detalles constructivos que recuerdan un altar. Aunque yo no descarto -Nihil novum sub sole- una eutanasia por las bravas, como quieren ahora los que se creen tan progresistas.

Del hombre se habla menos. Tenía alrededor de 50 años (o sea, mi edad) y era, vaya por Dios, el anciano de la tribu. ¡A ver si no hubiese sido mejor idea hablar de las elecciones de Madrid! El arqueólogo Daniel García Rivero no deja lugar a dudas: "La edad de él puede indicar que se trataba de un anciano de prestigio en la comunidad".

Lo del prestigio consuela, pero yo preferiría soñar una historia más romántica, Romeo y Julieta del Neolítico. Entonces sus 50 años no serían nada, porque los hombres tenemos la edad de las mujeres que nos aman. A lo de la muerte casi simultánea y algo violenta cuesta más encontrarle una explicación, aunque Shakespeare sí que pudo con Julieta y Romeo.

Fuese lo que fuese, hace casi siete mil años, siete mil, los hombres y las mujeres se enfrentaban a la muerte mirando al más allá (el oeste, el plus ultra) y hacían sacrificios (hay también el esqueleto de un cabritillo lechal) y ofrendas varias. Reconforta pensar en el viaje tan largo que ha hecho la humanidad (sin salir de la provincia de Cádiz, ¿para qué?) con afanes e interrogantes que todavía nos conmueven. Espero no sonar como un anciano de la tribu cuando digo que esta pareja nos deja, además de un misterio, un extraño consuelo en unos días en que la actualidad se lo quiere comer todo, pero no puede, porque todo es demasiado, por fortuna.

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