Hecho: el Decano acumula sólo una pizca más de la mitad de los puntos que estaban en disputa en cuatro partidos, lo que no supone ni un arranque notable ni un bagaje propio de un equipo que debe ascender. Más hechos: durante toda la segunda parte en Lepe, de principio a fin ante el filial verdiblanco y muchos minutos en El Palmar el Recre fue muy inferior a su rival; sólo en el estreno -salvo un tramo- y al despegar el derbi logró imponerse al adversario. Más datos: únicamente el San Roque no nos marcó… y de milagro. Y otro apunte de cajón: queda muchísimo, sí, pero las malas sensaciones sólo son tapadas por buenos resultados y, a veces, ni eso: así ha pasado toda la vida.

Entiendo el cabreo general -no las faltas de respeto- exactamente igual que entiendo al que pide paciencia desde dentro o desde fuera. En septiembre, el argumento de mantener cierta tranquilidad me puede valer; a finales del mes que viene o hay muchos puntos en el zurrón o eso no se sostiene. Y comprendo el enfado porque si aceptamos pulpo como animal de compañía esto puede parecer una Segunda B camuflada y tiene su dificultad, pero mirando los cinco conjuntos que superan a los albiazules ahora mismo en la tabla es normal que a muchos de los 10.000 abonados, y a otros tantos seguidores, se les empiecen a aparecer los miles de feos fantasmas de temporadas infames anteriores. Aquí hay quien no soporta más paños calientes y con razón: de pañito templado en pañito templado sufrimos, hace dos años, la mayor vergüenza deportiva de la historia del Club, que no es poco. De esa raíz nacen, con razón, exigencias y miedos, factores difíciles de controlar.

Y un recuerdo tan absurdo como necesario: esta anatomía del arranque, (que no -de momento- de un escándalo, como aquella serie bastante buena, por cierto), es mera opinión personal. No es palabra de Dios (hay quien se cree que lo es) ni de los medios, en general, sino la de un simple plumilla que escribe en clave albiazul. No es bueno generalizar nunca: “es que la prensa no habla de tal…” No, oiga: la prensa siempre tiene nombres y apellidos salvo cobardes -a los que se les reconoce, por cierto-, que se esconden tras un ridículo nick. Y que cada palito aguante su velita.

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