La otra orilla

víctor rodríguez

Amabilidad

Lola Flores decía que el gran pecado de España era la envidia, ella era psicoanalítica y socióloga a su manera y sabía de lo que hablaba. En este momento de gran estrés colectivo se han destapado muchos de los grandes males de nuestra sociedad, también de sus virtudes, todo sea dicho. Tenemos un gran concepto de comunidad y familia, pero a la vez llevamos años cultivando la individualidad y el egoísmo. Nos han dicho que tenemos derecho a todo y ya. Entonces llega la pandemia y aparecen las restricciones a la movilidad, la avalancha de ingresos hospitalarios, y el miedo. Con el miedo llega la defensa y en la defensa se potencia aún más la idea de que lo mío tiene que ir primero. Lo vimos cuando se insultaba a los niños autistas que salían a pasear por prescripción terapéutica, se aplaudía a los sanitarios, así, en general, y se criticaba por la calle a enfermeras que volvían a su casa después de las guardias. Ahora, con la vacunación, los sanitarios tienen que estar dando explicaciones todo el tiempo, justificando porqué este colectivo sí y otros no. De pronto todo el mundo se siente imprescindible y frustra reconocer que la mayoría de nosotros no somos primordiales.

Escribo sobre esto porque esta semana he presenciado una escena que me lo ha confirmado, les cuento: una UVI móvil estaciona en la entrada de un garaje de una calle, en el sitio más cerca de un domicilio del que están bajando a un anciano, son cerca de las diez de la noche. El hecho de ver bajar en una camilla a un anciano a esas horas camino del hospital me genera desazón. En ese momento, uno de los usuarios del garaje le reprocha al conductor de la ambulancia el tiempo que ha tenido que esperar para meter el coche. Ante lo indignante del comentario, el conductor de la ambulancia le contesta con un respeto que el otro no merecía, que la emergencia sanitaria tiene preferencia, por supuesto el aludido no acepta el error ni pide disculpas, se va despotricando hacia su casa (tanta prisa parece que no tenía).

Es un buen momento, como sociedad, para recordarnos que el bien común, la atención a los más vulnerables, la integración plena de colectivos desfavorecidos, el respeto, la educación, el cuidado de lo público es lo que nos separa de la jungla. Esta semana este periódico publicó la foto de una frase en una pared: "sonríe, eso confunde a las personas". Hoy, cultivar la amabilidad resulta ser un arma tan necesaria como revolucionaria.

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