Altercados

La primera vez que leí en una ciudad española "turista vete a casa", me quedé cuajado

Siempre que leemos en un periódico la palabra altercado la identificamos con follón, pelea, gritos, insultos, manotazos, sillas que vuelan. Hasta ahora los altercados más conocidos eran los ligados al ámbito familiar, al laboral, al de fiestas de mucho alcohol y no menos de otras cosas, salidas de discotecas, follones vecinales y así hasta una lista de una longitud tal como la que cada uno quiera imaginar. Pero en estos días, el calor aprieta, asistimos a una novedad: peleas fuertes entre turistas y nativos. Diremos mejor entre algunos turistas y algunos nativos. Hecho, digo de paso, que personalmente no me extraña y es muy probable que vaya a más. De los turistas de los que hablo no hay que hacer mucho esfuerzo para imaginarlo. Son las piaras de salvajes que se nos meten en nuestras costas al amparo de los precios low cost y de la que es probablemente la legislación más permisiva de Europa en orden público: la española, todo un cóctel explosivo, goma 2 y titadyne. Puros primates desbocados y permisividad, no cero sino cien. Los vecinos que se las tienen que ver con estos acémilas están ya hasta la coronilla. Como nuestras autoridades se dedican al dulce placer de la siesta y ojos que no ven corazón que no se acelera, los vecinos se han puesto ya a ajustar cuentas con estos homínidos que dejan a Atila a la altura de San Francisco de Asís.

La cosa es más gorda aún. Recientemente he leído un reportaje hecho con testimonios de azafatas y guardias civiles sobre los altercados que estos indeseables provocan ya en el avión de ida o venida de su país, fundamentalmente el Reino Unido. Sí, el país de los gentlemen, del fair play del very polite y del very much. Lo que yo te diga. Azafatas con las que he hablado me han corroborado punto por punto todo lo allí dicho. Según ellas, cuando conocen el cuadrante laboral del mes y ven que les han tocado vuelos a o desde Manchester, Cardiff, Glasgow, Belfast o similares casi entran en panic attack. Vuelos de pesadilla con primates alcoholizados que provocan el terror entre los demás viajeros y que en decenas de ocasiones han sido detenidos a la llegada a España por requerimiento del comandante de la nave. La primera vez que leí en una ciudad española Tourist go home, turista vete a casa, me quedé cuajado. Hoy ya no me parece una frase tan estridente. Seguro que los vecinos, de no diré dónde, que este verano se han peleado a mandoble puro con grupos de orangutanes con pasaporte british, por cometer desmanes en su barrio, ya son partidarios de esta frase. Si no se pone remedio irá sumando partidarios.

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