Alguien se está quemando

El político debe saber encajar las adversidades, bofetadas y duros golpes de la vida política

Una de las cosas que se hace en los procesos de selección de personal es examinar cuáles son las características del puesto de trabajo para deducir cuál debe ser el perfil de quien vaya a ocuparlo. De esta forma se intenta que quien lo asuma sea el mejor para desempeñarlo. Este proceder ha permitido que haya al respecto suficiente literatura de muy diversos ámbitos laborales, de manera que quien se dedica a detectar a los mejores aspirantes tenga en su mano información relevante para llevar a cabo su tarea. Sin embargo, en el terreno de la política resulta más complicado encontrar referencias, desde un punto de vista formal, sobre cuál debe ser el perfil de los políticos. Eso hace que cuando abordamos el tema, con frecuencia, hayamos de movernos en el terreno de las presunciones personales. No obstante, a pesar de esta limitación, creo que podríamos estar de acuerdo -eso espero- en que es preciso que el político sea alguien con una cierta formación, que ha de ser global, con capacidad para tener en cuenta muchos puntos de vista y con sabiduría para encontrar puntos de equilibrio entre los distintos intereses sociales. Donde ya no estoy tan seguro de que todos coincidamos es en cuáles deben ser sus actitudes, rasgos de personalidad o comportamientos concretos. Por mi parte y en este asunto, estimo que entre los requisitos que convienen estaría el que sea alguien con la visión necesaria para saber discernir cuándo hay que tomar una decisión sobre la marcha o cuándo hay que posponerla; así como, muy especialmente, el que sea una persona que sepa encajar las adversidades, bofetadas y duros golpes de la vida política. Pues bien, con estos criterios, ahora viene la pregunta del millón, ¿Pedro Sánchez, como presidente, se ajusta a ese perfil? Veamos, ¿tiene formación? Sí, ¡hasta un título de doctor!, pero es deficitario en ese ver más allá de lo inmediato, lo que lo lleva a cambiar de opinión una y otra vez, diciendo ayer una cosa, hoy otra y, mañana, ya veremos; y no todos sus cambios son debidos a su aferramiento al cargo. La lista de sus contradicciones cada vez está más inflada, como el detalle de las cotizaciones de los autónomos. ¿Y qué decir de sus aptitudes personales? Pues que no tiene cintura para soportar las contrariedades. Desde que le dijeron lo de su tesis doctoral, cada vez se enfada con más frecuencia, sin que pueda remediar que se le note abiertamente. En este terreno le está ganando la partida Pablo Iglesias, mientras que él se está quemando.

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