Hace unos días se ha celebrado en la Sierra de Huelva unas jornadas de agroecología. No es fácil hablar de agroecología en una provincia como la nuestra, donde si decimos agricultura enseguida se nos viene a la cabeza la fresa o la naranja, monocultivos que han ido colonizando cada vez más hectáreas, cada vez más recursos hídricos. Y dejando, por decirlo de manera suave, la sostenibilidad un poco de lado. Y ahora, en estos tiempos en los que repensamos nuestros modelos de producción, nuestra resiliencia como territorio, hay una resistencia lógica a abandonar estos modelos de gestión de la tierra tan, digamos, cuestionables.

Así que decir agroecología es enfrentarse al modelo vigente, que mueve mucho dinero, mucha mano de obra y muchos intereses. Pero aún así, habría que tener la valentía de empezar un debate a fondo, porque los monocultivos tienen mucho de fragilidad, e hipotecan el territorio y a sus gentes en el medio y largo plazo. Merece la pena, al calor de los Objetivos de Desarrollo Sostenibles, recuperar valores tradicionalmente ligados a la gestión del territorio, a la producción de cercanía, a la variedad de cultivos, y a no concentrar demasiada tierra en pocas manos.

No son temas fáciles de digerir, hemos dicho eso desde el comienzo. Pero miremos largo. Echemos la vista lo más lejos que podamos. Y pensemos qué futuro queremos para nuestro mundo rural, para nuestros agricultores y ganaderos. Supongo que nadie puede defender una provincia completa cubierta de plástico agrícola, ni una provincia completa con cultivos de regadío. Y estamos muy por encima de las posibilidades de regeneración de la tierra. Pero insistimos en crecer, en poner más regadío y roturar más bosque. Insistimos en la agroindustria. Con una mirada más bien cortoplacista.

Agroecología y agroindustria no son términos antagónicos. Pero casi. En cualquier caso tendrían mucho que discutir. Y, a mi modo de ver, si pensamos en los largos plazos, creo que los argumentos de sostenibilidad, resiliencia y mantenimiento del mundo rural caen del lado de la agroecología. ¿Hay posibilidades de abrir un debate público sobre esta cuestión en nuestra provincia? Espero que sí, porque nos jugamos mucho. Nos jugamos la tierra. La Tierra.

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