Afanes vitalicios

"Cuando se accede a un cargo, el mismo día de la elección comienza la cuenta atrás para dejarlo"

Con las cuestiones de actualidad en la política nacional, catalanismo independentista, politización de una cuestión de Estado como las pensiones, el debate sobre la derogación de la prisión permanente revisable… no se está valorando, en toda su dimensión, lo acontecido en la República Popular China -naturalmente, no es Donald Trump el protagonista- sino Xi Jinping y el Partido Comunista de China.

Pues bien, casi coincidentemente con la celebración del Año Nuevo chino (el 16 de febrero), estamos asistiendo a un teórico retroceso en el camino de apertura socioeconómica de esa gran potencia y al atisbo de una incipiente pretensión democrática que parecía iban camino de consolidarse.

Sin embargo, y olvidando los catastróficos antecedentes históricos, después de cuarenta años se vuelve a la fórmula del culto a la persona y monopolización del poder con lo que de riesgos represivos ello supone, pérdida de libertades, ausencia de oposición y reforzamiento del Partido Comunista con imposición de una forma de pensamiento único, en lo que han dado en llamar un "socialismo a lo chino" cuyas consecuencias de cara a la estabilidad internacional son inquietantes.

Y a ello se une la vecindad de Corea del Norte, algo que resulta con toda certeza poco tranquilizador.

Todos conocemos pretensiones similares de perpetuación en el poder, desde personajes con perfiles dictatoriales, amigos del caudillismo y la endogamia. Pero, en todo caso, sin el potencial del líder chino ni los recursos del mismo, especialmente en el continente americano. La cuestión con ser grave, lo es más cuando rebajamos la idea al ámbito de lo socialmente más cercano y olvidamos un axioma que utilizo con frecuencia: "Cuando se accede a un cargo, el mismo día de la elección comienza la cuenta atrás para dejarlo". Éste, es un fundamento básico en la convivencia democrática pero que muchos no entienden ni asimilan y buscan dar carácter vitalicio a su posición del presente lo que nos orienta a un perfil dictatorial, negador de la diversidad de opiniones y que camufla su pobreza argumental en el populismo o el caudillismo, intentando disfrazar su mediocridad.

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