Advertencias sin respuesta

En pocos días, Rita Barberá será olvidada, de reflexión no habrá habido nada o muy poco y se seguirá igual

M style="text-transform:uppercase">ÁS de una vez comprobamos que a pesar de que se advierte de que algo puede ser peligroso no se hace nada y que, como resultado, un día se produce una desgracia por esa falta de actuación. A partir de ese momento, cuando quien tuvo que padecer las consecuencias de lo no evitado o corregido ya no tienen remedio, cabe la posibilidad -porque tampoco hay seguridad de que así sea- de que se tomen las medidas que hubieron de implementarse con anterioridad. Cuántas veces, por ejemplo, hasta que no hay un accidente con víctimas, que conmociona a una ciudad, no se solucionan las condiciones físicas y se regula adecuadamente el tráfico de la zona implicada. Los avisos y las denuncias previas cayeron en saco roto; de nada sirvieron. Pues bien, a nivel político viene ocurriendo algo similar. Hay quienes venimos señalando, desde que empezaron a cuajar los movimientos populistas, la necesidad de cuidar las formas, de rebajar tensiones y de respetar espacios personales y principios que son básicos para el desarrollo de los Estados de derecho, como freno a injusticias, arbitrariedades y totalismos. Sin embargo, la exigencia y puesta en valor de esos pilares mencionados se han relajado e, incluso, se han relativizado para facilitar y justificar desmanes y despropósitos de cara a la consecución de determinadas cuotas de aparición y protagonismo en los medios de comunicación y en las redes sociales o por puro ensañamiento. Elegido el blanco, sobre todo dentro de los políticos etiquetados como la casta, todo vale para despreciarlo, zarandearlo, agredirlo, acosarlo y pisotearle su derecho a su honorabilidad. Además, si le investiga judicialmente se le niega cualquier presunción de inocencia. En definitiva, se le desnuda moral y simbólicamente para que sea la diana a la que lanzar todos los dardos que apetezcan, pues no tienen derecho a nada, ni a defenderse. En este contexto hay que destacar el hecho preocupante de que esta corriente salpicó en algún grado a gente y partidos, en principio, no prosélitos al populismo. Rita Barberá, al margen de el fallo que hubiera tenido el tribunal, ha sido una víctima de lo que venimos hablando. El estrés es un factor de riesgo coronario y ella lo ha tenido que padecer y mucho. A buen seguro ha contribuido a su fatal infarto de miocardio. Con su muerte, Rafael Hernando ha invitado a que se haga una profunda reflexión. Desgraciadamente, en pocos días Rita será olvidada, de reflexión no habrá habido nada o muy poco y se seguirá igual.

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