Con cada nueva generación la sociedad va evolucionando tratando de crear sociedades más justas y libres, modernizando los conceptos morales, éticos y de comportamientos de las generaciones anteriores. Esta evolución no siempre avanza en sentido de conseguir una sociedad mejor y esto depende precisamente de los valores que nuestros progenitores inculcaron en sus descendientes y es aquí donde son fundamentales modelos de vida ejemplar que transmitir de padres a hijos. Es tan importante esta formación de la persona que la naturaleza nos concede dos oportunidades, los padres y los abuelos.

Esta reflexión viene al caso por los estragos que está realizando el maldito virus con los abuelos, personas que pertenecen a otra generación y que son los responsables de transmitir estos valores a los nuevos inquilinos del mundo, dándoles las instrucciones de uso del mismo. La pandemia se está llevando a personas muy valiosas por su experiencia de vida y que no les tocaba todavía marcharse ya que debían seguir transmitiendo a sus nietos estas valiosísimas enseñanzas que no se aprenden en ningún otro sitio.

La semana pasada me tocó despedir a uno de esos abuelos que son ejemplo de transmisión de los valores que una sociedad necesita para prosperar.

El le inculcó a su hijo que el trabajo y la constancia es la formula para conseguir éxito en la vida, que la palabra dada tiene más valor que la firma de cualquier contrato, que cada uno necesita su espacio para vivir y que no se debe invadir el espacio ajeno, ni permitir que nadie entre en el tuyo sin permiso. Conceptos muy simples en apariencia y fáciles de dar pero difíciles de cumplir porque el valor de estas enseñanzas está más en ser ejemplo de ellas que decirlas, y él dio ejemplo de estos valores y de muchos mas.

Yo puedo dar fe de cuanto digo en este caso, porque pude comprobarlo a lo largo de mi vida en paralelo a la suya, el era el padre de mi amigo y finalmente mi amigo.

Ahora, como padre me gustaría conseguir este mismo respeto en los amigos de mi hijo, ya que es como una especie de auditoría externa realizada por personas independientes, que avalan que lo estás haciendo bien y que tu comportamiento es lo que se espera de un buen padre. La naturaleza nos diseña para que un hijo quiera a su padre, los amigos de los hijos son meros observadores, su respeto solo te lo puedes ganas con tu comportamiento ejemplar y él supo ganar el mío.

Aunque el padre de mi amigo era una persona conocida en Huelva, no viene al caso su nombre, no le gustaba ser el centro de atención social y sé que preferiría el anonimato, por tanto hago extensivo este homenaje a tantos otros abuelos que también fueron ejemplares y que el maldito virus se los llevó antes de tiempo. Para los que seguimos aquí, nos quedamos con el encargo de transmitir los valores a las nuevas generaciones que hagan de las sociedades futuras un mundo mejor.

Hasta siempre amigo, espero que comprendas que esta vez no te diga que confió verte pronto.

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