Cambio de sentido

Aborto cero

Que haya menos abortos sea por una mayor y mejor educación sexual, nunca por prohibición

Ojalá España fuera un país de aborto cero. Tendente a cero, quiero decir, que el cero absoluto existe en matemáticas, jamás entre humanos. Que abrieran los periódicos contando que ya casi sólo se practican interrupciones del embarazo de carácter médico, no porque se hayan derogado los otros supuestos sino porque se dan escasamente. Sería indicativo de muchas cosas buenas: que en las casas, en las aulas y en los medios se habla con normalidad de sexualidad, que la juventud tiene referentes más allá de la pornografía falocéntrica, que la sociedad en pleno ha adquirido hábitos anticonceptivos y sabe cuidar y disfrutar de sus relaciones, que la vigilancia contraceptiva no recae a plomo sobre las mujeres, que las muchachas son conscientes de la soberanía sobre sus cuerpos y la ejercen desde el primer encuentro sexual, y que violadores, pederastas, putañeros y otros que se resisten a entender que entrar en otros cuerpos exige el consentimiento, el respeto y el deseo de la otra persona, están en grave peligro de extinción. También esos que se declaran contra el aborto salvo cuando dejan embarazada a la que no deben, y ven peligrar su prestigio y su familia. Que por fin la sociedad es igualitaria, lo que permite vínculos libres y sanos, y valida el criterio y la decisión de cada mujer dentro del marco legal que la ampara, y que asume que la educación sexual es responsabilidad de todos y de cada cual. Eso es avance social. Y estamos lejísimos de ello.

Intentonas de retroceso como el que estamos viendo en Estados Unidos devolverían a lo que ya conocemos: a que las mujeres que deciden interrumpir su embarazo lo hagan poniendo en peligro su vida, y a que tengan acceso a un aborto seguro exclusivamente las que tienen dinero. Hay quien olvida que, salvo casos excepcionales, la mujer que decide abortar lo hace tan en conciencia como la que, igualmente por convicción, elige continuar su embarazo. No por tener este derecho y vivirlo con libertad y garantías se convierte, como algunos quieren hacernos creer, en un método anticonceptivo más, ni un mero trámite para el cuerpo que ha comenzado a gestar, ni en una frivolidad para la que tiene la responsabilidad de tomar la decisión. Que les pregunten a las que han vivido este proceso. Y a las médicas y médicos que acuden a formar e informar a lugares donde el aborto es clandestinidad y carnicería. Sobre unas y otras aún cae la incomprensión, el desprecio, la condena y el insulto.

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