Durante la noche del pasado lunes se realizó el vía crucis que las hermandades y cofradías de la ciudad de Huelva tradicionalmente organizan durante el primer lunes de Cuaresma. En esta ocasión, la imagen elegida para dicho rezo público fue la del Santísimo Cristo de la Expiración, de la Hermandad de San Francisco.

Es posible que algún avezado lector haya podido creer que me he equivocado en el título de este artículo, pensando que uno, que ya ha cumplido la cincuentena, se ha trasladado mentalmente a la antigua denominación del Consejo de Hermandades como Unión de Hermandades y Cofradías. Y también puede ocurrir que uno sienta nostalgia por esa denominación tan hermosa y que recalcaba el verdadero sentido de la institución, la unión entre todas. Pero no es ese el motivo principal del título de este artículo.

No quisiera dejar pasar la oportunidad para destacar como curiosidad la presencia de la Hermandad del Resucitado como otra hermandad más dentro de la nómina de hermandades, y más cuando el organizador es el Consejo, donde no está integrada. Como siempre, un sí pero no. Su presencia como hermandad tiene toda la lógica en un acto de rezo donde el culmen es la XV estación, Jesús resucita entre los muertos.

Pero cuando definía el pasado vía crucis como el de la unión, con minúsculas, me estaba refiriendo solamente a una hermandad, la Hermandad de San Francisco. La organización y desarrollo del piadoso rezo estuvieron a la altura de las circunstancias que esta puntera hermandad nos tiene acostumbrados. Y eso que pienso que el día y la hora no son los más apropiados. Tal como indicaba en el pasado artículo, todo sigue igual, como siempre. Aprovecho esta tribuna para proponer que se retrase a fechas más tardías de la Cuaresma y más cuando la mayoría de las hermandades ya han realizado sus cultos internos, desmontándose la teoría con la práctica real.

También es verdad, que no todas las hermandades son capaces de afrontar el reto de asumir este acto en estas condiciones y realizarlo con éxito. En esta ocasión se cambió de escenario y no me desagradó el lugar escogido, quizás porque la fuerza de la hermandad elegida pudiera con ello. Personalmente soy un defensor de la Plaza de San Pedro, que se ha asentado con firmeza para el desarrollo de este rezo público en cuestión, pues otras experiencias realizadas en otros lugares como la Plaza de las Monjas o la Plaza de la Merced no mejoraron la organización del acto descrito.

Debo indicar que me agradó mucho el efecto visual de la parihuela con la disposición novedosa de la imagen de un crucificado en vertical, lo cual podía chocar al principio por distinta, pero finalmente lo considero todo un acierto. El público asistente debía permanecer en el mismo lugar durante todo el rezo y la disposición de la imagen ayudó a que se pudiera contemplar desde cualquier punto de la plaza.

Pero lo que verdaderamente quisiera destacar del pasado vía crucis y donde me quisiera centrar, es el impresionante cortejo de hermanos que, a filas de tres, precedían al Santísimo Cristo de la Expiración. Eran numerosos los hermanos que decidieron acompañar a su bendita devoción por las calles de Huelva hasta llegar a la iglesia de San Francisco, escenario elegido para iniciar el rezo común. Me alegró considerablemente ver muchas caras de destacables hermanos, que caminaban todos unidos en torno a lo que hace grande a esta hermandad, su unión y defensa a ultranza de sus cosas. Y a decir verdad, no es la primera vez que noto esta virtud en esta hermandad que, si ya es grande, el otro día me demostró que es más grande aún de lo que yo pensaba. Solo había que ver la cara de alegría que mostraba su Madre de la Esperanza cuando los hermanos de San Francisco regresaban a su iglesia.

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