Análisis

Juanma G. Anes

La vergüenza del fútbol español

En medio de la temporada del Decano, que sufre la primera minicrisis de resultados (ojalá las malas rachas nos cojan siempre con el equipo bien situado en la tabla), uno no puede pasar por alto lo que sucede en España más allá del fútbol, entre otras cosas, porque el fútbol también forma parte de tristes hechos. Y éste es un charco que no concibo no pisarlo ni que, dada la gravedad del asunto, alguien pueda o quiera esquivarlo.

Lo que voy a enumerar ahora son hechos, no opiniones: el FC Barcelona no cesa en mostrar su apoyo a un movimiento separatista en el que ya hay condenados, en el que se espía a los niños en los recreos para señalarles si hablan en español, en el que se pintan los comercios de los que no hincan la rodilla con lazos amarillos (como hacía el régimen nazi), en el que se habla de superioridad de una raza (ese indigente intelectual que es el presidente de aquella comunidad autónoma dijo que los españoles éramos "bestias taradas"), en el que se acosa a políticos, profesores, policías, jueces y periodistas o en el que se montan auténticas guerras urbanas como las de la semana pasada. Y ese mismo club insulta a su país tildándolo de dictadura día sí y día también, cuando no promueve faltas de respeto a nuestro himno o aquelarres de quema de banderas y de cientos de desprecios en diferentes actos públicos. Pese a todo eso, ni la Real Federación Española de Fútbol, ni la Liga de Fútbol Profesional ni el CSD han realizado, siquiera, no ya el amago de imponer una sanción -lo verán todo tan normal-, sino el de realizar un mísero comunicado para afear esas conductas.

Y luego están los clubes, claro, que actúan con complacencia hacia un auténtico club pro-golpista en vez de mostrar, cada día, el más absoluto de los desprecios ante una actitud tan evidente como grave. Después se quejan de los privilegios que les dan (lo del cochinillo, lo de aquel indulto en la Copa del Rey, lo de la pírrica sanción por Griezmann y tantas y tantas otras historias). No entiendo los complejos ni esa complicidad como no entendí nunca reírle las gracias al cinismo de Piqué o al recién bautizado por Paco González (menos mal que se van cayendo del guindo) como lamejeques Guardiola, quien se atrevió a comparar lucir el lazo amarillo con "la lucha contra el cáncer". Despreciable. Y ahí siguen, impunes. Ellos dan náuseas, sí, pero la complacencia de otros, vergüenza.

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