Somos lo que vivimos; somos quien tenemos a nuestro lado y quien queremos tener a nuestro lado. Somos lo que anhelamos y lo que amamos. No somos solo presente. Todo lo anterior, cambia en una continua metamorfosis, y lo que hoy forma parte indisoluble de nosotros mañana se transformará en algo que seguirá definiéndonos con otro aspecto.

Somos la derrota, todos. Porque ella es parte de la vida, y como a tal hay que amarla. En este mundo analgésico en el que el sufrimiento y el dolor son desterrados de nuestro cuerpo y de nuestro espíritu, ser de verdad está infravalorado y estar completo es origen de frustración. Por eso los vendedores de potingues y los charlatanes triunfan. La principal diferencia entre el fútbol y el rugby es que este acepta la realidad tal y como es. La persecución de la victoria en el rugby es de verdad porque no es una huida de la derrota. En nuestra ciudad, muchos de los que rellenamos ese esqueleto de multitudes que construimos a orillas del Odiel hemos aprendido que con cada experiencia que vivamos con nuestro equipo nos iremos completando como personas: nosotros y los pequeños o jóvenes que llevamos con nosotros. Por eso es tan importante que el fútbol sea de verdad, y hoy no lo es. Para los que es algo más que un simple entretenimiento es especialmente peligroso que conviertan este deporte en una pompa vacía de contenido. No podemos permitirnos que cada una de las piezas que desde nuestro "club" nos mandan para que las coloquemos en alguna parte de nuestro "yo" tengan su origen en un sistema mercantil. Para que el fútbol sea de verdad nuestro club debe ser de verdad, y para ello es necesario recuperar valores. Estamos seguros de que las derrotas serán más numerosas que las victorias, que al menos tanto aquellas como estas sean de verdad, y que cada vez que vivamos una de las dos la evolución de todos los que vivimos esto nos acerque a ser mejores personas.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios